Cuando parecía que Afganistán iba a dejar de ser noticia (la orden para que dejara de serlo ya se dio: “Misión cumplida”), un comunicado del Departamento de Estado norteamericano informaba el domingo que los talibanes garantizan que se podrá seguir evacuando después del 31 de agosto, o sea, hoy, día en que concluía el plazo. Es decir, Afganistán seguirá un poco más en los medios, Estados Unidos podrá justificar mejor su fracaso, tal vez, y Occidente tendrá más tiempo para encajar la vergüenza recién descubierta en la evacuación de Kabul. 

El comunicado, firmado por los gobiernos de los Estados Unidos (¿por todos, también los republicanos?), no aporta nada sobre las garantías de los talibanes, sino que son cuatro frases, en sentido literal, escritas por los propios firmantes (es un decir).

Primera: «Todos estamos comprometidos a garantizar que nuestros ciudadanos (...) puedan seguir viajando libremente a destinos fuera de Afganistán». Segunda: «Hemos recibido garantías de los talibanes de que todos los ciudadanos (...) podrán dirigirse de manera segura y ordenada a los puntos de partida y viajar fuera del país». Tercera: «Continuaremos emitiendo documentación de viaje a los afganos designados, ya que tenemos el compromiso de los talibanes de que pueden viajar a nuestros respectivos países». Y cuarta: «Tomamos nota de las declaraciones pública de los talibanes que confirman este entendimiento». Ese es el comunicado. 

Aunque es palabra de presidente norteamericano (lo publica el Departamento de Estado), las preguntas puede hacerlas cualquiera. Por ejemplo: ¿esas garantías son palabra de talibán, sin más? Otra: ¿qué ocurre si no cumplen? Y otra más: ¿las garantías son altruismo talibán o son generosidad de los gobiernos de los Estados Unidos que firman el comunicado?

La última pregunta explica tal vez por qué se sumaron al comunicado, el mismo día de su anuncio, 97 gobiernos del mundo, considerando gobiernos también la OTAN y la Unión Europea, que, independientemente de que los países que las componen firmen a título individual, ellas comparten asimismo la generosidad de los gobiernos de los Estados Unidos. Y es que la palabra de talibán no debe de ser barata, aunque hayan entrado en Kabul a bordo de carromatos, motos y camionetas y armados con los kalasnikov robados a los soviéticos y los M16 dejados por los norteamericanos. 

Mientras, Francia y Reino Unido han pedido a la ONU otras garantías: una zona de seguridad en Kabul para continuar con las evacuaciones. Sabiendo, además, que los afganos, los musulmanes en general que huyan de sus mundos embrutecidamente religiosos, teocráticos, se quedarán aquí, no huirán a Estados Unidos. ¿El principio de una política islámica propia, la de los aliados occidentales, una política coherente respecto al Islam, distinta de la de Estados Unidos? De momento, acallaría la vergüenza.

* Funcionario