Que el año pasado y éste, y posiblemente el próximo, tendremos que culpar de grandes males que nos ocurren al virus Sars-Cov-2 es justo e inevitable porque, ciertamente él es el culpable directo de haber desparramado encima de nosotros tan terrible pandemia de la covid 19. Pero he de decir en su favor, si es que me dais licencia para ello, que no toda la culpa de todo la tiene el dichoso virus.

Tiene la culpa de todas las personas que han tenido que abandonar este mundo antes de lo debido y sin poder despedirnos. Él es culpable de que no nos podamos ver ni celebrar con los amigos y familiares. De no poder abrazarnos, ni siquiera tocarnos. Nos impide viajar y nos ha cambiado nuestras costumbres y nuestra forma de vivir.

De todo eso sí tiene la culpa, pero hay una serie de espabilados que, para quitarse el público de encima, han preparado un sistema de gestión en sus empresas que les ha permitido dispensar a la clientela el trato más indigno e indeseable que alguien pudiera imaginar. Y me estoy refiriendo concretamente a muchas entidades bancarias, ésas cuya razón de existir es el dinero que todos los ciudadanos les hemos confiado y, una vez que les entregamos nuestra pecunia, su principal interés es echarnos a la calle. 

"Nos prepararon primero unos cajeros por la parte exterior de la oficina para poder sacar algo de nuestro dinero"

No quieren gastar ni un ápice de su tiempo en nosotros y, para ello, nos prepararon primero unos cajeros por la parte exterior de la oficina para poder sacar algo de nuestro dinero sin que ellos nos vieran la cara, y no tener que saludarnos siquiera. No obstante, como quedaban todavía muchas tareas que el público tenía que realizar dentro de las oficinas, comenzaron a habilitar nuevos espacios dentro, con más cajeros automáticos y pantallas de televisión y con más funciones a realizar por los propios usuarios. Así que, a medida que reducían sus propias plantillas y espacios, aumentaban el espacio que ponían gentilmente a disposición del público para que fuera éste, el público, el que no solamente extrajera dinero del cajero, sino que hiciera todas las funciones que ellos antes hacían y ahora ya no hacen.

Con lo que, muy pronto su función va a ser, en cada mini oficina, abrir la puerta para entrar y sentarse y contestar algunos emails mientras en la otra parte de la oficina, la más espaciosa, los clientes se afanan aporreando teclas de máquinas que muchos apenas ven, ni entienden siquiera de su endiablado funcionamiento, esperando, eso sí, no a que le ayude el empleado de banca sentado en su escritorio en la otra parte con su aire acondicionado, sino algún cliente más avispado que quiera echarle una mano, si es que no tiene demasiada prisa para hacerlo.

Me entristeció sobremanera, hace unos pocos días, en los que me encontraba en una de estas oficinas modernas habilitadas sólo para el público, en que apareció un señor mayor al que le faltaba medio brazo. Traía unos papeles en su mano izquierda y llamaba la atención a la persona empleada en la mini oficina que había quedado en la otra parte. El empleado se levantó tras una mirada airada, como molesta y dejó, al abrir la puerta, un resquicio a la vez que apoyaba su pie en la parte baja de la puerta de cristal para que no se abriera demasiado, como si estuviera atendiendo a un vendedor ambulante ávido de vender. Después de explicarle el señor que no podía hacer la gestión que necesitaba en los cajeros, le respondió que tenía que pedir cita previa para poder entrar en la oficina y ser atendido. Que lo sentía mucho, pero que sin cita previa no podía atenderle por cuestiones del covid. El pobre hombre, enfadado le dijo que llevaba más de tres días llamando para pedir la cita y que nadie cogía el teléfono.

La rspuesta de la persona tras el cristal fue tremenda. Le dijo que lo siguiera intentando y que no se desanimara. Que alguna vez se lo cogerían. Nos miró a todos los que estábamos allí, en nuestra nueva oficina habilitada para el público y ninguno de nosotros encontró palabras para animarle. Y no pudimos encontrarlas porque, sinceramente, no las había.