Según lo que diga, unas veces es Jorge Mario Bergoglio y otras el Papa Francisco, depende de los fieles, que le disculpan como Bergoglio lo que consideran opiniones personales y lo celebran como Papa cuando denuncia los pecados del mundo, que son sus zapatos (refrán). Así que ahora que ha dicho, a propósito de Afganistán, «hay que poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera e imponer la democracia en los pueblos», los fieles decidirán si se trata de la opinión de Bergoglio o de la denuncia del Papa, como lo habrá decidido el presidente Joe Biden, católico y franciscano (por Bergoglio y por Asís), tras dejar Afganistán a los talibanes. La cuestión es que ha dicho «política irresponsable» y ha dicho «imponer la democracia», sabiendo que su palabra va a misa y que eso es también «intervenir».

La posibilidad de ser Bergoglio o ser Francisco según lo que diga es lo que le permite decir lo que dice, claro. El ejemplo pintiparado es su reacción al atentado contra la revista Charlie Hebdo, respecto al cual no fue el Papa Francisco sino el niño Jorge Bergoglio el que explicó la normalidad de los hechos: «Si alguien dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!». 

El Papa Francisco. El Periódico

La advertencia que dejó entonces (absténgase de meterse con la religión, sea la que sea, o aténganse) se continúa hoy con la comprensión que ha mostrado con respecto a los talibanes, a quienes ha dado la bendición a su manera: es decir, reprochando a Occidente su «política irresponsable». En lugar de lamentar (qué menos) el medievalismo que impondrán en Afganistán, ha criticado la intervención occidental por «imponer la democracia». Pero se comprende. Al cabo, el talibanismo es fe y la democracia es una descreída.

Menos comprensible es que pida acabar con el derecho de intervención, cuando él, obligado solo a la parábola y al más allá, suele intervenir con lenguaje claro y directo en asuntos embarradamente humanos, políticos. Unas veces como Bergoglio y otras como Francisco, depende. Y, aunque su derecho de intervención está limitado a las conciencias, China y Rusia está encantadas con la idea de poner fin a esa política irresponsable de imponer la democracia en los pueblos. 

*Funcionario