Me pregunto por qué seguimos escribiendo si la vida nos lo da todo escrito. No existe trama fantástica ni hilo argumental que pueda igualar lo que llamamos el curso de los días, como si este fuera un devenir tranquilo y no un torrente incontrolable, capaz de arrastrarlo todo. Me imagino a los guionistas quebrándose la cabeza para lanzar cada semana la serie del año, sin saber que es mucho más fácil abrir un periódico, escuchar la radio o ver la sucesión de partículas de ficción de los telediarios.

 Ahora mismo, nadie puede superar la historia increíble del obispo de Solsona, mucho más increíble porque es pura realidad, sin artificio alguno. Ningún espectador ni ningún lector daría crédito a una trama así, y sin embargo, cada día, se descubre un nuevo giro que vuelve más apasionante esta historia. Va de amor, que dirían mis alumnos, y eso ya suma enteros. 

Los protagonistas son un obispo joven, el más joven de España, y una mujer. Hasta aquí solo tendríamos una novela de pasión, pero si encima añadimos el ingrediente de que el obispo también practicaba exorcismos y así conoció a su chica, la cosa se va animando. Si encima ella es escritora (lo que de por sí ya es sospechoso), y lo complicamos más, haciendo que escriba novela erótica y satánica (sea lo que sea eso) hemos rizado el rizo de la complejidad. 

Pero aún hay más, porque esto es la realidad y no la ficción, y no hay que guardar verosimilitud alguna. El obispo que ha colgado los hábitos por amor defendía alguna que otra opinión desde luego no tan revolucionaria como la decisión que ha adoptado. Defendía, por ejemplo, que se podía revertir a los homosexuales con terapias de conversión, y que la castidad era mucho mejor que el preservativo para evitar el sida. Y que las parejas estables no necesitaban métodos anticonceptivos. 

"Con estos mimbres la historia es apasionante: amor, pasión, religión, Satán y ruptura con la vida anterior"

Con estos mimbres, la historia es apasionante: amor, pasión, religión, Satán, y ruptura con la vida anterior, que no es cualquier vida. Y ahora, cómo se lee otro libro, cómo se escribe. Porque este guion no solo es extraordinario por inusual, sino que está lleno de la incertidumbre que nos hace humanos. En el protagonista, más allá de su condición de obispo, ha prevalecido su condición mortal, la necesidad de amar, de ser amado.

Que luego la historia se adorne con otros detalles es casi lo de menos. Ha vuelto a triunfar el amor, tema manido en la literatura y el cine, pero no tan tópico que no consiga volver a sorprendernos.

A mí, desde luego, la decisión del obispo (qué buen título) me ha confirmado que la vida no es un curso tranquilo sino un torrente, y da tantas, tantísimas vueltas que hoy, este hombre que defendía opiniones de otro siglo, y creía en la expulsión de los demonios, ha exorcizado a los suyos, ha sido capaz de reinventarse, y ha dejado el púlpito público para volverse mucho menos divino, pero más fieramente humano.  

*Escritora y profesora