Decía el poeta británico Alexander Pope, que "Errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios" yes que humanos somos muchos, divinos muy pocos y sabios, lo que se dice sabios, menos, aunque bien es cierto que quien sabe rectificar no es precisamente tonto, porque como digo, quien no es tonto bien sabe que dispuestos a ser divino hay muy pocos.

La decisión de permitir la entrada a un centro escolar a dos alumnas sin mascarillas, aunque fuera cautelarmente, por precaución o discreción, por ética o estética, no fue la más acertada que digamos por parte de nuestra Administración, máxime cuando no se trató de un hecho fortuito que las privara de la mascarilla, consecuencia de una enfermedad o acto involuntario, pero errar es humano y rectificar según Pope, de sabios. En el caso que nos ocupa, sin embargo, no fue nada de eso, se trató de una decisión meditada y voluntaria por parte de la familia que sí, ponía en riesgo la salud de sus compañeros de aula, la de docentes y trabajadores del centro.

El problema sin embargo iba más allá del simple hecho en sí, de ahí que haya trascendido a medios nacionales y la discusión no era o no debiera ser qué derecho prima más, la salud o la educación, pues es obvio que la salud, ya que si no, no se hubieran cerrado los centros educativos en plena pandemia, no hubiese habido centros ni aulas en escenarios no presenciales ni se hubieran molestado ni el Ministerio de Educación y Sanidad, las respectivas Consejerías y especialmente los centros docentes en elaborar, adaptar, cumplir y hacer cumplir, los protocolos necesarios para haber mantenido y mantener los centros escolares seguros frente al COVID.

Imagínense cómo debieron sentirse los docentes que después del esfuerzo titánico que supuso la modalidad online, la vuelta segura a las aulas, preparando y concienciando a alumnos y familias sobre el uso de mascarillas, orgullos de su trabajo, se les obliga a requerimiento y exigencia de una familia a no cumplir explícitamente las normas sanitarias de obligado cumplimiento y tirar por tierra todo ese trabajo. Eso sin tener en cuenta el seguro efecto dominó que primero brotaría en cualquier centro educativo de Extremadura o del resto del territorio y más tarde en cualquier otro ámbito.

En todo caso, debiéramos reflexionar, la sociedad en general y nuestros legisladores en particular, sobre qué se ha hecho o se está haciendo mal para que a los centros educativos se les considere más centros asistenciales de guarda y custodia de púberes felices exclusivamente a cualquier precio y a disposición del consumidor, que centros educativos que además de enseñar y educar, nuestra principal labor, también cumple una función asistencial, porque como con la salud y la educación, lo primero es lo primero y lo segundo lo segundo.

Bravo por los docentes del CEIP Alba Plata, que han reivindicado su trabajo y su esfuerzo, aunque pudiera haber ocurrido en cualquier otro centro, humanos y docentes que sin errar han sido divinos, por nuestra Administración, humana,  que errando ha sabido ser sabia rectificando, y al resto, los humanos que en esta ocasión han errado y no han rectificado, que no sean tan humanos.

*Presidente de ANPE Cáceres