Si Edison levantara la cabeza, alucinaría con el tinglado que hay montado en torno a la electricidad. Como alucinan, prácticamente cada día, los consumidores. Porque de un tiempo a esta parte miramos con lupa el consumo de luz y andamos apagando interruptores a diestro y siniestro y vigilando si estamos en el horario montaña, valle o depresión.

Habría muchos adjetivos para definir lo que está sucediendo. Bochornoso, vergonzoso, lamentable, son algunos de los que han vertido los ciudadanos y no es para menos. Todo además, ha llegado con velocidad de crucero.

Primero fue el nuevo sistema diseñado por el Ministerio de Transición Ecológica y la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia, que estableció nuevos horarios y precios. El mejor, de doce de la noche a ocho de la mañana y los fines de semana. El cachondeo no se hizo esperar porque a ver quién pone la lavadora o cocina por la noche o espera al fin de semana.

Pero además, no dejamos de ver, un día sí y otro también, que el precio del mercado mayorista de la electricidad está en «máximos históricos», hasta un 80% ha subido desde junio.

El común de los mortales no entiende esas subidas, ni que tengan que ver con la cotización del gas natural o del CO2. Eso es hablar en chino. Lo que duele es la factura y lo que hay que hacer es algo. Porque si el cabreo ya era considerable, en verano han llegado además los desembalses, que han dejado pantanos secos, como el de Valdecañas, un auténtico atentado contra el medioambiente.

Da la sensación de que las eléctricas son Dios y los consumidores sus títeres, mientras el Gobierno va siempre un paso por detrás y con medidas que se quedan cortas, como sanciones que para estas empresas son calderilla.

Ahora, anuncia un plan de choque para reducir el precio de la luz y la respuesta del Foro de la Industria Nuclear Española es que su aplicación podría derivar «en el cese de la actividad de todo el parque nuclear». Para reír por no llorar.

Un pulso en toda regla al que la ciudadanía asiste atónita, mientras es inevitable acordarse de esos políticos que un día prometieron o juraron mirar por el país y ahora trabajan para estas compañías. Se trata de un tema serio y lo que luche o no el Gobierno seguramente le pasará factura. No olvidemos que la luz no es un lujo sino un servicio básico.

*Periodista