Sánchez anunciaba esta semana que todos los jóvenes que cumplan 18 años recibirán un bono de 400 euros para que se lo gasten en aquello que el gobierno defina como cultura (los videojuegos lo son, mas la tauromaquia no, según la lógica de la ‘gauche divine’). Esto, en román paladino, significa que usted, querido lector, y yo mismo vamos a convidar a los chavales con 400 ‘pavetes’ cuando lleguen a la mayoría de edad. El presidente del gobierno es el que lo anuncia y el que -no les quepa duda- espera cobrar, en forma de votos, los réditos de esta inversión con dinero ajeno. Pero todos los contribuyentes seremos los paganinis de una medida electoralista y caciquil que, lejos de pretender fomentar el acceso a la cultura, lo que persigue es comprar votos a razón de 400 euros la papeleta. Y si dudan de lo que les digo, busquen las viñetas con que promocionaron una idea calcada a esta el presidente de Aragón, Javier Lambán, y Pilar Alegría, actual ministra de Educación y entonces candidata socialista a la alcaldía de Zaragoza. Desde ellas, y con absoluto descaro, animaban a “votar al PSOE, que es a quien se le ha ocurrido la idea”. Literalmente. Con el bono cultural de Sánchez asistimos a la misma estrategia: utilizar el presupuesto público para comprar voluntades. Y no ha de extrañarnos, porque es lo que el PSOE ha hecho durante décadas en regiones como Andalucía, Extremadura o Castilla la Mancha. Pero el cheque cultural no busca únicamente embaucar a los jóvenes de 18 años.

También es un cebo para sectores de la industria cultural descontentos por las restricciones promovidas por el gobierno de Sánchez durante el período pandémico. Aunque el enfado, en lugar de aplacarse, podría acrecentarse si el caudal de dinero acaba desembocando en grandes corporaciones foráneas. Y esto no es nada descabellado teniendo en cuenta que en la web de una gran cadena comercial ofertan la PS5 por 399 euros. Si a los ‘dieciochoañeros’ les vamos a regalar 400, no sería nada raro que unos cuantos miles de ellos invirtieran el cheque gubernamental en la adquisición de esta videoconsola, o de 4 o 5 videojuegos. De modo que a la industria cultural española igual no le llega más que un salpicón del desembolso total. Pero, cuando algunos empresarios y trabajadores del sector quieran darse cuenta del embeleco ‘sanchista’, ya habrán deslizado en la urna la papeleta socialista. Y precisamente de eso es lo que trata esta argucia falsamente filantrópica y cultureta: de sumar votos al precio que sea. 

*Diplomado en Magisterio