Prueba de que la ministra Ione Belarra desconoce quién fuera Montesquieu (no había nacido, o sea que está disculpada) es esta afirmación en Twitter tras la inhabilitación del diputado Alberto Rodríguez: «El Supremo presiona a la Presidencia del Congreso… Prevaricación». No hace falta el tuit completo para saber que la ministra atribuye la inhabilitación a las presiones del Tribunal Supremo.

Enseguida, claro, el Consejo General del Poder Judicial, susceptible como está por la renovación, ha contestado a la ministra recordándole que es ministra, o sea, «un miembro del Poder Ejecutivo», y advirtiéndole que sus declaraciones «sitúan las relaciones entre dos poderes del Estado en un plano completamente indeseable». El Poder Judicial podrá tener los nervios destemplados, o desatados, como se diga, pero, incluso así, sabe cuándo y cómo decir «indeseable».

Por lo demás, no es preciso remontarse a la agresión de Rodríguez a un policía en 2014, como tampoco recordar los artículos del Código Penal que regulan la inhabilitación para cargo público y la inhabilitación para presentarse a elecciones, sino que, para entender el caso, bastaría con atender a las malas relaciones entre los dos socios de Gobierno, que, a falta de confirmación oficial, se deducen de la reconciliación del presidente Sánchez con su partido, el cual no aprobó nunca mayoritariamente el acuerdo con Pablo Iglesias, y de la individuación de Yolanda Díaz con respecto a la sociedad Unidas Podemos, la cual no encajaría en un proyecto político que no será «una suma de egos ni una suma de partidos».

Ejemplo de malas relaciones es precisamente la querella de Podemos contra la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Puede que la querella, al final, no se haya presentado, pero el ministro Alberto Garzón la justificaba, si bien con mucha asepsia y sin mencionar: «Es natural que el afectado haya pensado iniciar acciones legales. Se trata de una acción jurídica, a título personal, por parte de alguien que está indignado». Claro que el ministro Garzón…

Sin embargo, nada de esto tiene que ver con el tuit de la ministra Belarra, traído aquí por su valor literario (ninguna broma): «El Supremo presiona a la Presidencia del Congreso… Prevaricación». Una aliteración así no se encuentra en El espíritu de las leyes.

*Funcionario