Ha sido mi primer concierto en un recinto cerrado desde que comenzó la pandemia y eso lo convierte en especialmente memorable. El pasado viernes asistí a la presentación del nuevo disco de Charly González en el Gran Teatro. Los reencuentros tienen siempre algo de melancolía e ilusión a la vez, y si son con un músico cacereño todavía más. ¿Han pensado ustedes alguna vez qué han estado haciendo los músicos todo este tiempo? Me refiero a los profesionales, a los que por devoción y oficio han elegido arriesgarse a esa difícil actividad. Pues todos han tenido que hacer su ‘travesía del desierto’ y algunos se han quedado por el camino. ¿Saben ustedes el proceso que hay desde que surge la inspiración hasta que finalmente se plasma en un CD o una actuación en directo? La idea, la letra, la melodía, la música, los arreglos, los cantábiles, las partituras, el registro en la propiedad intelectual, la grabación, los intermediarios, los representantes, los gestores culturales, los políticos… 

No puedo hacer una crítica de lo acontecido en el Gran Teatro. Ni tengo formación, ni puedo, porque la haría desde el apasionamiento. Lo que sí puedo decir es que comenzó y terminó recordando sus inicios en Póker de Blues, añorada banda de mi juventud y eso me gustó. Su tema ‘No tenía que estar aquí’ es una delicia. Además, no solo hubo blues, estilo en el que Charly González es maestro, sino que sus incursiones en el jazz o el reggae con unos temas en los que el amor es protagonista fueron muy aplaudidas por un público entregado. Me alegra ver que un blusero puro como él le cante al amor. Es síntoma de que algo está evolucionado a mejor. Su banda está al mismo nivel de formaciones nacionales como la mismísima Vargas Blues Band. Con un empujoncito Charly González puede tocar el cielo de los elegidos. Tiene el blues en sus dedos y en el corazón. Solo le faltan buenos padrinos para dar el merecido gran salto.