Todavía recuerdo con añoranza el día que pude tener en mis manos por un momento la botella mítica de Atrio. El chateau de ‘ Yquem, y no me atreví a cogerla, me parecía una irreverencia que alguien que no entendía absolutamente nada de vinos pudiera siquiera tocarla. La conocí en el antiguo Atrio de la Plaza de los Maestros, nos la enseñó el exnovio de mi hija, Javier Nacarino, que por entonces ejercía de sumiller en el restaurante. Me pareció estar contemplando un obra de arte de cualquiera de nuestros mejores pintores.

Esta botella y, el conjunto de la bodega, me ha proporcionado grandes recuerdos. Aún guardo en mi casa unas fotografías y una carta de las primeras personas a las que enseñé el palacio de la Diputación .Fueron tres matrimonios de Barcelona que al terminar la visita me preguntaron donde podrían comer bien en Cáceres. Yo le pregunté si celebraban algún acontecimiento especial, ellos me dijeron que estaban celebrando las bodas de oro de uno de los matrimonios y entonces yo les recomendé Casa Eustaquio, por ser el restaurante más antiguo de la ciudad y donde encontrarían la mayor variedad en platos y productos extremeños basados en nuestra cocina regional, pero que si quería sorprender a sus amigos les recomendaba Atrio, ya reconocido a nivel nacional donde encontrarían una cocina que les sorprendería, pues no en balde habían conseguido en la Expo de Sevilla el primer premio de la cocina española moderna, y, les añadí que tenían la primera, o de las primeras bodegas de restaurantes de España. Me miraron sorprendidos y me dijeron que eso no era posible en una ciudad como la nuestra y que les parecía muy exagerada o muy pretenciosa mi recomendación.

Se decidieron por Atrio y, entonces yo les rogué que si al volver a su tierra quisieran darme a conocer su opinión yo se lo agradecería pues me ayudaría a poder orientar a otros posibles visitantes. 

A los pocos días recibí una carta y unas fotografías que nos habíamos hecho juntos, dándome las gracias por mis atenciones y me decían estar realmente sorprendidos, pues a pesar de conocer unos cuantos de los mejores restaurantes de Barcelona, Atrio les había causado una de las mejores sensaciones y, lo que más me alegró fue que me dieran la razón en cuanto les había hablado de su bodega, que si Cáceres les había sorprendido por su belleza y desconocimiento que de ella se tenía, lo de la bodega había sobrepasado todo lo visto por ello.

Deseo puedan recuperar las botellas que les han robado y aplaudo que conserven aún vacío, el lugar preferente de su chateau ’Yquem y el resto de la colección, que guardará el recuerdo más exclusivo de su restaurante, con el que han dado a conocer Cáceres por todo el mundo.

Para mi hija, si aún estuviera con nosotros, hubiera supuesto un gran disgusto la noticia del robo, pues tenía pasión por conocer los vinos de todo el mundo.

*Eusebio Rodríguez - Cáceres