Conocimos hace pocos días el indicador europeo que establece la población At-Risk-Of Poverty and Exclusion (AROPE), es decir, en riesgo de pobreza y exclusión. El informe arroja la terrible -subrayo: terrible- cifra del 38,7% para Extremadura: casi 4 de cada 10 extremeños. El dato es superior al de 2019, el quinto peor desde 2008 y muy superior al promedio español (26,4%). Aún más escalofriante es la evolución del porcentaje de personas con carencia material severa, que no deja de subir vertiginosamente desde 2015, habiéndose multiplicado por cuatro en un lustro. 

En fechas cercanas también conocimos el proyecto de Presupuestos Generales diseñado por el Gobierno para 2022, bajo titulares como «Aumenta la inversión en casi todas las CC.AA.». Ese «casi» excluía a cinco regiones, entre las cuales se encontraba Extremadura, con un descenso del 2,25%. Además, del Fondo de Compensación Interterritorial, destinado a «corregir los desequilibrios» entre CC.AA., el 38% iba para Andalucía, y Extremadura no era ni la segunda ni la tercera beneficiada (Canarias y Comunidad Valenciana, respectivamente, con un 14% y un 12%). 

No quiero abrumar con datos -prácticamente todos abundarían en la misma dirección-, pero nos debe interesar el «Análisis del crecimiento económico y la convergencia: aplicaciones paras las Comunidades Autónomas españolas» (Hernández Salmerón, E. M. y Usabiaga Ibáñez, C., 2016). El trabajo pretende, entre otras cosas, analizar el hipotético proceso de convergencia propiciado por la descentralización autonómica. Una de las conclusiones es que, según el «cálculo de convergencia beta», se calcula una raquítica velocidad de convergencia del 0,14% anual. De hecho, según tabla elaborada por los autores a partir del Instituto Nacional de Estadística (INE), Extremadura era la región más pobre de España en 1980 y lo seguía siendo en 2014; no solo eso, sino que además el peso relativo de Extremadura en el PIB real ha crecido menos (11%) que el de regiones más ricas, como Madrid (22,3%) o Baleares (20,8%). 

Nos encontramos, pues, ante extraordinarias paradojas de diversa naturaleza. Por un lado, el sistema autonómico, teóricamente implementado para incrementar la solidaridad interterritorial, no parece haberle servido a Extremadura de mucho con los datos en la mano. En segundo lugar, hallamos que la región sostenidamente más pobre de España es, al mismo tiempo, una zona de gran extensión territorial, de envidiable heterogeneidad orográfica, de impresionante riqueza hídrica y solar, de un indiscutible poso histórico y cultural y, en fin, de una exuberancia natural incomparable con gran parte de Europa. En tercer lugar, resulta que una de las regiones más leales institucionalmente al primer medio siglo de la nueva democracia española, no parece estar siendo en absoluto correspondida por las políticas del Estado.

En el tiempo presente, Extremadura está siendo víctima de todas las disfunciones de la política nacional: está sufriendo la despoblación de las zonas rurales y pequeñas ciudades como la comunidad que más; el trato privilegiado a las regiones con ínfulas independentistas (singularmente en lo que concierne al concierto vasco) la penaliza sistemáticamente en los presupuestos estatales; la desideologización de la izquierda debilita las políticas de igualdad y solidaridad, desactivando las radicales transformaciones necesarias para que la región ocupe su merecido lugar; la ausencia de un proyecto de país ante las fuerzas centrífugas castiga la lealtad institucional extremeña; y, en fin, el autosostenimiento de la clase política, frente al bien común y las necesidades ciudadanas, prima la conservación de una estructura institucional que extrae numerosos recursos necesarios para la gente común. 

Aunque en muchos de mis artículos anteriores ya he respondido total o parcialmente a ellas, creo que todo extremeño preocupado por su futuro y el de su sociedad, debería formularse estas preguntas: ¿Trabaja la clase política actual por el bien común? ¿Se aplican las ideologías que se dicen tener? ¿Hay que aceptar sin rechistar el actual encaje de los nacionalismos periféricos en España? ¿Qué recompensa está teniendo la lealtad extremeña al proyecto español? ¿A quién ha beneficiado y beneficia el sistema autonómico? 

* Licenciado en Ciencias de la Información.