Encuentro un placer indescriptible en conocer datos sobre ciertos artistas de los que nadie, o casi nadie, sabe nada. Esos artistas malditos a su pesar –tal vez el adjetivo «malogrados» sea el correcto– que hallaron en su arte una forma de rehuir de sus fantasmas personales y, paradójicamente, en el fracaso como artistas un retorno obligado a dichos fantasmas. 

Ejemplo de escritor malogrado sería, por ejemplo, el poeta Pascual-Antonio Beño, todo un extraño para mí si no fuera porque el también escritor manchego Pedro Menchén se ha entregado en los últimos años, en cuerpo y alma, a la dura tarea de rescatarlo de las sombras. 

"Es un relato real sobre una relación de amistad primero y, sentimental después, entre dos hombres"

Menchén, a quien ya cité en un artículo en esta esquina de prensa por su ensayo sobre Ortega y Gasset y Antonio Machado, ha editado ahora el texto que Beño escribió sobre su amigo el pintor Gregorio Prieto, con el título Mi amistad con Gregorio Prieto. Un texto oculto –aquí nos topamos de nuevo con un elemento muy agradecido por mitómanos: el manuscrito escondido– que cayó en manos de Menchén gracias al exalcalde de Valdepeñas Jesús Martín Rodríguez. 

Leemos en el prólogo del libro, firmado por el propio Menchén, que Beño (escritor fracasado) siempre estuvo muy agradecido a Gregorio Prieto (pintor de prestigio, amigo de Lorca, Cernuda, Alberti y Aleixandre), pese a que el pintor se portara tan mal con el poeta al conocer que este iba a casarse. 

Es este un relato real sobre una relación de amistad primero, y sentimental después, entre dos hombres en una época conservadora que criminalizaba la homosexualidad, de ahí que Beño, que vivía en un entorno rural, casado y con hijos, siempre lo ocultara. 

Amistad, amores imposibles, recelos, marginación, sueños frustrados, pasión, desencanto... De todo esto hay en Mi amistad con Gregorio Prieto y, si me apuran, también en el alma de cualquier artista que salta a los abismos de esta vida sin paracaídas.