Se cumplen hoy 46 años de la muerte de Francisco Franco, ese general inculto pero astuto, con voz de pito pero implacable, que mantuvo a España como la última dictadura fascista de Europa, condenándola a desequilibrios de los que aún nos resentimos. Buen día, por tanto, para leer el reciente libro Exhuming Franco. Spain’s Second Transition (Exhumando a Franco. La Segunda Transición de España), del hispanista holandés Sebastiaan Faber, publicado hace poco, y donde recoge, traducidas al inglés, una serie de entrevistas a periodistas, juristas e historiadores, algunos muy conocidos por su aparición en tertulias, como Enric Juliana, Cristina Fallarás o Antonio Maestre, con posiciones ideológicas tan distintas como las de José Antonio Zarzalejos o Emilio Silva, y con un estilo tan afilado como los de Ignacio Echevarría o Guillem Martínez, todo ello con el objetivo de dar una visión plural sobre cómo, poco después de la mediática exhumación del cadáver y su traslado a Mingorrubio, se percibe el legado o la superación de tantos años de dictadura. 

Faber, que estudió en Ámsterdam y Alcalá, y es catedrático en Oberlin College (EEUU), tiene el mérito de realizar investigación de alto nivel y a la vezimplicarse en polémicas actuales, con rivales a veces tan notorios como Javier Cercas o Jordi Gracia. Su condición extranjera le ha traído ventajas y desventajas: junto a su independencia del sistema académico español, está el tenaz prejuicio de quienes, tácita o abiertamente, cuestionan su derecho a opinar sobre la manera de organizar nuestro presente o interpretar nuestro pasado. Prejuicio injusto: como la mayoría de hispanistas, Faber es un hispanófilo, y si es crítico con ciertos aspectos de la realidad española, no lo es menos con los de su país natal, Holanda, ni con el de adopción, Estados Unidos. 

"Lo que se hace evidente es que la enseñanza de la historia no puede dar pasos atrás ni dar nada por sentado"

El libro, que el autor define como «híbrido y polifónico» y que sin duda debería de publicarse también en español, pretende responder a la pregunta de «cuántos de los desafíos de España hoy están marcados por el legado de Franco», y se divide en cuatro partes: «Supervivencia subrepticia», sobre los restos de pensamiento autoritario en ciertos ámbitos de nuestra sociedad; «La judicatura», «Política y desafío territorial» y «Los medios de comunicación». Todo ello enmarcado por una excelente introducción, titulada irónicamente «Atado y bien atado» y una conclusión, «No tan diferente después de todo», donde se recuerda que las responsabilidades del pasado, frente a la «versión idealizada de los países nórdicos» en la que creen algunos ingenuos, son cada vez más divisivas, desde el pasado esclavista de Holanda al racismo institucional en EEUU. 

Como bien dice el crítico literario Echevarría, uno de los legados más perniciosos del franquismo es cómo logró apropiarse de toda una batería de símbolos nacionales, empezando por la bandera, y cómo a su vez esto fomentó que cualquier otro símbolo opuesto adquiriese un falso pedigrí democrático. Guillem Martínez, quizás el mejor analista del procés, ha denunciado cómo las élites catalanas que se beneficiaron del franquismo y que prosperaron durante los largos años de Pujol, aspiran a ocultar con la estelada su corrupción, del mismo modo que el PP con la bandera constitucional. Aunque es imposible tratar toda la plétora de análisis que presenta este libro, aparte de la continuidad en el poder económico que mostrara Maestre en su best-seller Franquismo, S. A., lo que se hace evidente es que la enseñanza de la historia no puede dar pasos atrás ni dar nada por sentado. Se trata de enterarse de lo que pasó, para desenterrar no solo el cadáver de Franco, sino el subsuelo de hábitos autoritarios que persisten y prosperan, a favor de los vientos globales de cesarismo.  

* Escritor