Cuando el pastor anda despistado, el rebajo se dispersa. O enreda más de la cuenta. En el PP extremeño, sin pastor todavía definido, la militancia se mueve sin saber muy bien a dónde dirigirse y eso hace que se especule y se intrigue más de la cuenta. A fecha de hoy --y resta un año y medio para las elecciones--, todavía no se conoce oficialmente si Monago se queda o se va; son tantas las cartas encima de la mesa que uno no sabe quién va de mano y manda en la partida. Todo el mundo anda pendiente del sanedrín de Génova, estamento que mueve los hilos en todos los territorios menos en Madrid que está montada la de San Quintín con Ayuso y Almeida con las espadas en alto. Y, claro, Casado y García Egea están como para preocuparse por Extremadura. Primero que vaya Aragón, que hay un candidato claro como es el alcalde de Zaragoza, después Andalucía que Juanma Moreno emerge como la espuma. ¿Y Extremadura? Esta región aporta lo que aporta, como mucho 5 diputados. En consecuencia, puede esperar y nos vamos a enero como poco. No entienden que cada día que pasa la madeja se enreda una vuelta más.
Cuando uno abre un melón, lo mejor es comérselo cuanto antes. De lo contrario empieza a oler. El melón de la sucesión popular extremeña se abrió antes del verano, cuando el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, dijo voy para adelante si la militancia quiere y Monago se echa a un lado. Pero mira tú por dónde que su autodesignación, que parecía por otra parte obvia por el respaldo que concitaba, no solo no cuajó, sino que molestó a Monago y su gente que fueron con las quejas a Madrid.
Desde entonces todo es una incógnita. De hecho el propio Pizarro ha vuelto a repetir en octubre su voluntad: «Estoy dispuesto a liderar el PP extremeño» y rápidamente se ha revuelto el avispero surgiendo candidatos a diestro y siniestro, sea desde el partido, sea desde el grupo parlamentario en la Asamblea de Extremadura.
Cuando Floriano dimitió aquella noche de autos en la que Vara, sucesor de Ibarra, arrasó en las urnas, también se abrió un periodo especulativo en las filas del PP. Tanto fue el revuelo que surgieron hasta tres y cuatro posibles candidatos que estaban dispuestos a batirse en duelo en un congreso regional. Tuvo que intervenir el entonces alcalde de Badajoz, Miguel Celdrán, para sentar a varios de ellos a su vera y decirles aquello de «no es tu momento». Era el momento de José Antonio Monago, el elegido por quien gobernaba con mayoría absoluta en la ciudad más grande de la región, para coger las riendas del PP en 2008 y en 2011 ganar las elecciones.
Ahora no hay un Miguel Celdrán. El único popular que gobierna en una gran ciudad es Fernando Pizarro en Plasencia y se ha propuesto a sí mismo. Además, el PP de ahora no tiene nada que ver con el de hace 12 años, ha cambiado hasta el punto de que la dirección nacional no solo escucha sino que actúa. Para bien o para mal pone y quita candidatos. Por tanto, tendrá que intervenir y tomar una decisión rápida que permita armar el partido de nuevo, dejando atrás este impasse en el que vive donde parece que se ha empezado a ir el que mandaba pero aún no ha llegado el que lo hará de ahora en adelante. Porque si no hay candidato regional, tampoco lo hay en un sin fin de municipios, empezando por Badajoz que tras la marcha de Francisco Javier Fragoso, en cumplimiento del pacto 2+2 con Ciudadanos, el partido anda descabezado y sin nadie que lo lidere hasta las urnas.
A quien le viene bien todo esto es al PSOE, cuyos dirigentes no paran de frotarse las manos en el mundo ideal de Vara. Los socialistas parecen vivir felices, sabedores de que la guerra que podía haberse abierto por la sucesión de Vara se ha calmado desde que éste ha ocupado de nuevo la secretaría general del partido y ha dicho a diestro y siniestro que, si nada cambia y se halla bien de salud, será de nuevo candidato en año y medio. Es lo que tiene ganar elecciones y encima con mayoría absoluta, que nadie pía ni conspira pues corre serio riesgo de que le corten la cabeza.