Hoy, por esas casualidades que pasan, mis ratones me han descubierto en una antigua foto de grupo en el mismo campamento al que ellas van ahora.
-¿Ésta eres tú, mamá?
-A ver... Sí.
-¿Cuántos años tenías?
-Pues creo que 19.
-¡Qué joven, mamá!!
(También han dicho "Vaya pelos" o algo así, claro, ya saben cómo fueron los 90). Así que ya puestas en materia he sacado los álbumes de fotos y ahí ha empezado la diversión.
-A mí esto de 1992 me suena al siglo pasado.
-Claro, es que era el siglo pasado.
-Ya me has entendido.
Viajes con amigas a la playa, excursiones de la facultad, algunos ligues de adolescencia, fotos de fotomatón de alguna noche subiendo de La Madrila (explica lo que era un fotomatón y el porqué de esas caras sonrientes).
-¿Y se podía fumar dentro de los bares?
Pues si, todo el mundo fumaba, y las que no, volvíamos a casa con el pelo y la ropa oliendo a estanco.
Llegados a este punto empiezo a sentirme una señora mayor, porque los sitios que tú frecuentabas ahora te son ajenos y han pasado a ser suyos, y te miran con la duda de si siempre has sido adulta o en algún momento tuviste también 18 años.
-¿Y éstas?
-Pues mis amigas, las que conocéis.
-¡Pero si ésta es igualita que su hija!
-Madre, qué pintas en Fin de Año. Ése es el portal de casa de los abuelos.
Y es verdad; y la vida por un momento parece un ciclo interminable de empezar y acabar y vuelta a empezar otra vez con otros personajes pero más o menos la misma función.
Que todo está inventado, ya lo saben ustedes, hasta lo de ser joven y rebelde y creerte que eres más original que nadie. Pero ha sido un rato divertido y creo que al menos por unos días pensaran que su madre también es humana. A pesar de las hombreras y los cardados.
*Periodista