Dime de qué presumes y te diré de qué careces. A menudo, esta sentencia del refranero señala directamente a una parte muy significativa de la izquierda de este país. Y lo hace por la falta de coherencia entre los discursos que pronuncian sus dirigentes y el modo en que se comportan en el ámbito privado. 

Si prestan atención a la actualidad, ustedes mismos habrán comprobado esto en incontables ocasiones y en lo referente a asuntos de lo más variopintos. De modo que, ante lo inabarcable de tantas manifestaciones de hipocresía, me centraré únicamente en lo que atañe al discurso educativo de esa izquierda de tahúres y farsantes. 

Seguro que han oído a más dirigentes izquierdistas de los que recuerdan defendiendo con falso ardor a la escuela pública. Sin embargo, los socialistas y comunistas suelen llevar a sus hijos a colegios concertados y privados. Recomiendan lo público para los hijos de los demás, pero eligen los privados o los concertados para sus propios vástagos. Y en paralelo, atacan el modelo del que se benefician, y desmontan el ascensor social de la educación pública, atentando contra principios que han permitido que, durante décadas, humildes y pudientes se igualasen gracias al mérito, al esfuerzo y al amor por el conocimiento. 

Todo concluye, como no podía ser de otra manera, con la destrucción de los pilares que sostienen lo público y el desmantelamiento de la alternativa privada y público-privada. Y algo parecido a esto van camino de conseguir con la educación especial y los centros específicos en que se atiende a los alumnos con necesidades educativas especiales. Como la propaganda es lo que más les importa, mascan constantemente la palabra «inclusión».

Pero lo hacen para vender su mercancía, obviando que padres, profesores y alumnos apuestan por esa educación especial diferenciada que tan beneficiosa se ha demostrado para los chicos y chicas que no podían desarrollar todas sus potencialidades en el circuito ordinario, donde faltan medios y recursos materiales y humanos para atender a este alumnado como merece. Ante la evidencia, la izquierda arguye que se aumentará la inversión. Y entonces, la realidad, que es tozuda, pone todo en su sitio. 

Lo comprobábamos esta semana, cuando nos enterábamos de que la Consejería de Educación dejaba al colegio Giner de los Ríos, de Mérida, con un solo especialista de Audición y Lenguaje, reduciendo, de facto, el tiempo de atención específica al que puede acceder cada niño con necesidades. 

Si proceden con esta desidia con los alumnos que están integrados en el circuito ordinario, ¿alguien cree que harían algo diferente con los niños con necesidades superiores a los que pretenden forzar a abandonar los centros especiales en que están siendo educados y atendidos?