Los ‘bandos’, ya se sabe, forman parte de nuestro pasado más doloroso y cercano; y pese que a muchos les cueste admitirlo, de nuestro presente más inmediato, porque todavía quedan muchos nombres por rescatar y muchas heridas que cerrar. Y ese es un caldo de cultivo más que propicio para una eterna diferenciación entre «ellos y nosotros», ya sea para hablar de principios, de política, de raza, de religión, de nacionalidad y hasta de la familia para algunos. El caso es que es una costumbre de lo más asentada definirnos a nosotros mismos, o al ‘grupo’ al que pertenecemos, por oposición a lo que son los otros. Por eso no es de extrañar que esta pandemia que sufrimos desde hace meses, haya vuelto a dividir a la población en grupos con opiniones y prioridades enfrentadas y en muchos casos irreconciliables.

Están los pro-vacuna y los anti-vacuna, los pro-restricciones y los anti-restricciones, los que se ponen la mascarilla hasta cuándo van solos en el coche y los que la mayoría del tiempo la tienen bajo la barbilla o en la frente, los que nos recuerdan cada día ‘que viene el lobo’ y aquellos que llevan por bandera el ‘vive y deja vivir’. Los unos y los otros conviven en mitad de una crisis sanitaria que cada vez tiene más giros inesperados y que parece que nunca vaya a terminar. Y últimamente las tensiones y los ánimos están tan crispados que solo queda esperar que el sentido común se imponga y no pasemos a mayores. 

Yo a estas alturas de la película no sé a quién darle la razón, porque entiendo que en cada caso hablan las circunstancias y la experiencia de cada uno, aunque la realidad es la que es y los datos son para pararse a pensar. En España se han contagiado ya con la covid-19 más de cinco millones de personas, en estos momentos en nuestros hospitales hay casi 600 pacientes ingresados por esta causa, y han fallecido casi 88.000 por lo mismo. La incidencia acumulada de los últimos 14 días se acerca peligrosamente a los 200 casos y no parece que vaya a ir a mejor. La quinta ola es ya una realidad y evitar que se convierta en otro ‘tsunami’ no puede ser una cruzada personal, ni de unos, ni de otros, sino algo que deberíamos conseguir entre todos. 

Pero para eso deberíamos estar en la misma página y no tiene pinta. En Extremadura, por ejemplo, se decidió el martes pasado no limitar el horario ni los aforos de los bares, así como mantener la idea de no pedir certificado covid en ningún lugar de ocio; mientras, la vecina Portugal anunciaba restricciones férreas y que para cruzar la frontera terrestre entre ambas será necesario presentar una PCR o test de antígenos negativo realizado en las 48 horas antes, independientemente de que la persona en cuestión esté o no vacunada. Y son los dos extremos de una actualidad que divide Europa entre los más ‘precavidos’ como Alemania o Austria, que ante la subida de casos han optado por vacunaciones obligatorias para según qué colectivos o confinamientos totales, y otros países, como España, en los que las medidas de seguridad son más relajadas y en algunos casos, inexistentes. 

Hay quien sostiene que el ‘bicho’ es la excusa perfecta para nuestros mandatarios para controlar a la población y dividirla. Y muchas capitales del viejo continente acogen regularmente manifestaciones de miles de ciudadanos que así lo piensan y que se sienten perseguidos. Lo que deberían entender es que en este caso su derecho de elegir si ponerse o no la vacuna, por ejemplo, tiene consecuencias que van más allá de su individualidad y su salud. Y que mientras haya nuevas cepas como la ómicron y la ruleta rusa siga girando, de momento las únicas armas con las que contamos son la prevención y la búsqueda de la inmunidad de grupo.

En este mundo globalizado en el que vivimos en el que cada vez nos parecemos más y las principales diferencias son las impuestas por el dinero, es humano rebelarse y negarse a ser ‘masa sometida’ por más miedo que se utilice para coaccionarnos y obligarnos a volver al redil. Pero después de cuatro trágicas olas y con la quinta apuntando maneras, lo mismo ha llegado el momento de entender que en esta ‘guerra’ no hay bandos que valgan, ni ellos, ni nosotros, sino un solo enemigo común al que derrotar. Y lo demás es egoísmo puro.