En una pared del salón de la casa de Barcelona colgaba un cuadro de mi bisabuelo Pepe, magnífico fotógrafo y estupendo copista. Era una grandísima reproducción del Venus y Adonis de Tiziano, una de las obras que el año pasado formó parte de la exposición Pasiones Mitológicas del Prado. Estaba situado encima del sofá adamascado que hoy, tapizado en terciopelo, permanece en casa de mi hermana. La obra en cuestión muestra a Venus de espaldas, reteniendo a Adonis, con sus nalgas desnudas, mientras él parte a cazar el jabalí. Fue considerada una de las más eróticas de su autor porque en ella la diosa toma la iniciativa con su abrazo seductor y porque sus blancas, hermosas, redondas y rotundas nalgas se mostraban en todo su esplendor. Nosotros, ajenos a esta pasión desenfrenada y a la postre mortal para Adonis, lo llamábamos el cuadro del culo, y mi madre, risueña y divertida, le había colocado justo delante un jarrón antiguo con un floripondio enorme. Mis hermanos, ajenos a la censura y a las órdenes, lo rompieron un día jugando al fútbol. Un jarrón tapó al otro y el culo siguió oculto.

Era la época de la censura pura y dura, supuestamente enterrada hoy para siempre. Mas no, querido lector, porque ahora, mientras desentierran a Franco cada día, en el Congreso, en plena democracia, los que defendían los escraches como jarabe democrático y organizaban ruedas de prensa sentados en el suelo, censuran a periodistas acreditados porque no les gustan sus preguntas. Como mi madre a sus hijos nos consideran niños a los que hay que ocultar los culos en nombre de la buena educación. Mi madre era educada hasta el extremo, consecuente en todo lo que hacía y cargada de buenísimas intenciones, pero estos son los mismos que llegaron al poder mostrando unas esposas a Rajoy o morreándose en medio del hemiciclo.

Hoy el cuadro no cabe en ninguna casa y adorna el trastero, pero una, nostálgica y  terca, está buscándole una ubicación a ese culo rotundo, por amor a mi madre y rechazo a todos los que gritan hipócritamente en nombre de la cordialidad: ¡Vivan las caenas!

 *Profesora