Me lo han dicho muchas veces, con el desparpajo que dan la cazurrería y la ignorancia: “Eso lo da cualquiera”. Se referían a algunas de las materias que enseño en el instituto, singularmente a la ética, pero también alguna vez a la filosofía. “Las matemáticas o el inglés no. Pero eso que tú das lo da cualquiera”. Hace años me quedaba mudo de espanto. Ahora ya no. Por supuesto que cualquier profesor puede dar ética. Y matemáticas. Y derecho comparado. Mal, pero puede. Lo que no creo es que deba. Como tampoco tener a gente tan obtusa como para pensar eso en puestos de responsabilidad.

Una formadisimulada para decir lo mismo era recurrir a la transversalidad. “Es que eso que tu das es tan importante – me decían sin reprimir demasiado una sospechosa sonrisilla – que ha de impartirse de manera transversal”. De manera transversal significaba igualmente “que lo podía dar cualquiera” cuando lo considerase oportuno, lo que solía ser nunca (que, para darlo mal, venía a ser lo mejor). 

Con la nueva ley educativa (la LOMLOE) la cosa de la transversalidad ha mejorado un tanto. Ahora no es algo marginal, sino estructural, de manera que todos los profesores han de orientar la enseñanza de sus materias al logro de unas mismas competencias transversales. Esto no significa que se minusvaloren las materias, pues paraser realmente competente en algo (en comunicarse con eficacia, en hablar idiomas, en aplicar la metodología científica, en ejercer una ciudadanía activa, etc., etc.) hay que conocer los fundamentos de esa competencia. Por ejemplo: la gramática con la que se comunica uno, losparadigmas científicos que dan sentido a la metodología… O los fundamentos éticos del comportamiento cívico.

Es curioso que la correspondencia entre ciertas competencias y materiasle parezca a todo el mundo muy clara,y que la que se da entre otras no. Así, cuando dices que para desarrollar la competencia ciudadana o el pensamiento crítico hace falta una sólida formación ética y filosófica (igual que para desarrollar las competencias comunicativa o artística hacen falta muchas clases de lengua o de plástica) todavía hay algunos que saltan con el viejo cuento de la transversalidad. ¡Es que valores o pensamiento crítico lo damos todos! (Es decir, cualquiera).

Craso error. La educación cívica y en valores requiere de un saber profundo y especializado exactamente igual que la lengua, la matemática o el inglés. Es cierto que en todas las materias se pueden transmitir valores (igual que en todas se habla, o se calcula, o se puede hablar otro idioma). Pero una cosa es transmitir valores y otra tratar de ellos (igual que una cosa es hablar y otra tratar del habla, una calcular y otra estudiar las bases del cálculo, etc.). Solo la ética se ocupa de la naturaleza y fundamento de los valores, del marco filosófico en que se inscriben y de lacontroversia en torno a su legitimidad.

Ocurre lo mismo con el llamado “pensamiento crítico”, una competencia transversal (como todas) que también precisa de una materia en la que no solo se use o ejercite, sino en la que se tematice y trate. Esta materia ha sido siempre la filosofía. No por simple tradición, sino porque la filosofía es la única disciplina especializada de manera general y radical en la categorización y análisis de las ideas. Lo es de forma general porque la filosofía trabaja en el espacio transdisciplinar a todos los saberes y es, por así decir, la especialista en lo “global” (es decir, en tratar de las categorías generales de lo real). Y lo es de forma radical porque la filosofía es la disciplina que aplica el análisis crítico sin ángulos ciegos (sin supuestos de partida), no solo verificando y valorando la información, sino también los propios criterios de verificabilidad y valor (empezando por los de la ciencia). Como suelen decirme los alumnos, la clase de filosofía es la única en que se puede hablar críticamente de todo y en todos los sentidos sin temor a “salirte del tiesto”.

Una educación, en fin, que promueva una verdadera competencia ciudadana y crítica, más allá del simple adoctrinamiento en valores o el reconocimiento de falacias o información falsa, ha de dotar a la ciudadanía tanto de la capacidad ética para legitimar esos valores, como de la capacidad filosófica para generar representaciones organizadas de la realidad (la desinformación juega con el desorden y la mezcla de categorías), analizar todo tipo de supuestos infundados, y plantearse cuestiones lógicas y epistemológicas con cierto nivel de complejidad.

Valórenlo críticamente. La escuela como mera transmisora de información carece ya de sentido. Disponemos de ella por todas partes. De lo que se trata ahora es de enseñar a los alumnos a organizarla y analizarla críticamente; y a sobreponerse a ella, actuando con autonomía de criterio y en orden a principios éticos. Y todo eso, en sentido propio, no lo puede enseñar cualquiera.

*Profesor de Filosofía