Esta ha sido, si exceptuamos los meses más duros de la pandemia, la semana más difícil políticamente para el gobierno socialista, para el alcalde Luis Salaya y para el concejal Andrés Licerán, a quien paró la Policía Local hace siete días en un control rutinario y le denunció por conducir sin seguro y con la ITV caducada.

Salaya saltó a la escena política municipal en 2015 al ganarle una votación por tres votos a Fernando Solís, ex subdelegado del Gobierno, gracias en parte al apoyo que recibió de UGT y del entonces portavoz municipal Vicente Valle. Licerán, salido del sindicato, ha estado al lado de Salaya desde entonces, primero en la ejecutiva local socialista que ratificó la candidatura al ayuntamiento, después en la oposición y por último en el gobierno local. Es de todos los concejales del gobierno el que más cerca ha estado de Salaya en su travesía hasta la alcaldía. Licerán es mucho más que un concejal para Salaya.

El alcalde retiró la delegación de Seguridad (Policía Local y Tráfico) y la portavocía del gobierno a Licerán el pasado miércoles. Antes el edil había puesto a disposición del alcalde su acta de concejal. No la aceptó, pero sí le quitó las dos funciones citadas. Que se quedase sin ellas era lo esperado desde el lunes.

Ese miércoles se hizo por ambos lo que se tenía que haber hecho dos días antes. El lunes era el momento en el que el concejal, tras dar explicaciones por lo ocurrido en el control, debió presentar su renuncia al alcalde y éste apartarle de la delegación de Tráfico y de la portavocía, dejarlo en una segunda línea dentro del gobierno si no se aceptaba su renuncia al acta, que es lo que al final pasó. Licerán no iba a salir del ayuntamiento.

El lunes se pidió disculpas y el martes se optó por guardar silencio y apartar a Licerán de la exposición pública, pero ya era tarde por la repercusión mediática y social que había tenido lo sucedido en el control. El martes se dejó abierta una crisis que el miércoles se logró cerrar en parte.

Licerán no cometió un delito, sino una infracción administrativa. Puede entenderse que no fuera consciente de que el recibo del seguro se hubiese devuelto al estar domiciliado en una cuenta que ya estaba cerrada. Pero no es justificable, primero porque el vehículo estuvo circulando sin seguro un año, si hubiera tenido cualquier incidente sería culpable, o al menos habría habido concurrencia de culpa, porque el coche no podía estar circulando, segundo porque las compañías de seguros suelen intentar ponerse en contacto con el cliente, ya sea por correo electrónico o por el ordinario, para conocer las causas de la devolución, y tercero por la imagen que se traslada a la ciudadanía cuando es el primero que debe dar ejemplo al ser, precisamente, el concejal de Tráfico (esto convierte en difícil de comprender todo lo ocurrido y cómo se pudo llegar hasta el control del domingo). Licerán ha sufrido en estos días un escarnio público por su actuación irresponsable e impropia de quien ostenta y cobra por un cargo público, aunque en algunas de esas burlas se ha sido muy cruel.

Licerán queda en el ayuntamiento con las otras delegaciones que venía desempeñando desde el inicio de la legislatura. Seguirá al frente de Recursos Humanos, Servicios Públicos e Infraestructuras. Ya no será como portavoz el representante del gobierno. Queda en el consistorio, no hay dimisión, pero con menos atribuciones, algunas de ellas más importantes que la de Seguridad. La cara del gabinete será Pulido, que sustituye a Licerán en una semana horrible para el gobierno y para Salaya, pero mucho más horrible ha sido la semana para Licerán.