Dicen, los que saben de ello, que, a medida que se van cumpliendo años, se olvida con facilidad todo lo que nos pasa en un pasado reciente y en el propio presente y, sin embargo, nuestra memoria remota comienza a funcionar con una exquisita eficacia y nos acerca a nuestra mente lo que ocurría, hace muchísimos años, con una nitidez sorprendente.

Y yo es que me veo, ahora mismo, perfectamente, ante una hoja cuadriculada, con una línea vertical roja a la izquierda, que me marcaba un perfectísimo margen y un lápiz bien afilado, con una goma MILÁN de color crema al lado. ¡Cómo me gustaba escribir la carta a los Reyes cuando diciembre escurría sus últimos días envueltos en un frío intenso y una niebla densa, con la monótona melodía del agua goteando desde los tejados!

Las primeras líneas las dedicaba a explicar lo bueno que había sido durante todo el año, como si Sus Majestades no supieran que había habido de todo, y que únicamente desde la fiesta de la Inmaculada para acá, parecía que podía observarse una ligerísima mejoría en mi comportamiento. Debo reconocer que, el día que supe que tenía que cambiar la dirección de mi carta en el sobre, en lugar de llevarme una gran desilusión, experimenté, al contrario, la sorpresa más increíble por entender, entonces, la magia que tuvieron que hacer «algunos» para traerme las cosas que, con deseo de niño inocente, le pedía cada año a Sus Majestades.

Conque, basándome en aquel tiernísimo recuerdo, me he atrevido hoy a ponerme ante un folio en blanco, sin lápiz, ni goma, ni cuadrículas, ni siquiera margen… Sólo con mi pluma Bic, cargada con un cartucho de tinta azul y con las mismas ganas de pedir a los reyes todo lo que quiero que me traigan.

Lo de «he sido bueno» ya casi sobra, y si no que se lo pregunten a mis hijos, que me encargo de cuidar a los suyos cuando vienen a casa. Hago, además, todos los recados que me mandan sin rechistar, y los llevo en coche para arriba o para abajo, donde ellos me dicen, y a cualquier hora que me lo piden.

En cuando a pedir juguetes, creo que voy a abstenerme ya. Y no es porque no me guste disfrutar de ellos, que todavía sí, pero he oído que andan ellos revueltos e inmersos en jornadas de huelga, reivindicando nuevos derechos que yo no quisiera, en lo más mínimo, lesionar. No quiero ni imaginarme la cara que pondría la bellísima Barbie, con su expresión angelical, por el posible hecho de preferir yo uno de esos Transformers raros y feos, tan feos que sólo les permiten hacer los recados de noche. En cuanto a un tren, que siempre me han gustado, no se trata, creo en este caso, de qué sexo adjudicarle, pero voy a renunciar a pedirlo, porque hay un señor muy mayor, aquí en mi calle, que lleva ya unos cuantos años diciendo que aquí a Extremadura nunca llegará un buen tren.

Así que, Majestades, me voy a limitar a pedir sólo que traigáis paz y entendimiento a toda la gente de buena voluntad que se encarga de dirigir nuestros designios en el Congreso de los Diputados. Y dadles templanza e intuición para mirar las hemerotecas antes de criticar al compañero, porque posiblemente, por lo que ahora critican a los demás, ellos ya lo habían puesto en práctica antes. En cuanto a la pandemia, que ya sabéis que padecemos, quiero pediros que hagáis que lleguen las vacunas al mundo entero, también, y, sobre todo, a los países pobres que no tienen recursos para costeárselas.

Os pido igualmente que no resulte tan fácil y gratuito arrancar la vida del prójimo, y tan difícil, resarcir con la justicia a los familiares que los pierden. Igualmente, os exhorto a que mediéis para que no puedan ocuparse viviendas, sin el menor respeto a lo ajeno, y que no haya tanta dificultad en desocuparlas de nuevo. Os ruego que nos concedáis, a todos, el conocimiento y aceptación de todas las lenguas de nuestro país, y que nos sirvan de vehículo para unirnos a todos y no para desunirnos. También me gustaría que echárais un vistazo al precio de la electricidad y vierais qué podéis hacer ante semejante tropelía.

Y, aunque no son muchas las cosas que pido, entiendo la dificultad en conseguirlas. Posiblemente no sea suficiente con ser Sabios, como la cultura anglosajona os llama. Creo que ahora, más que nunca, debéis ser Magos, Los Reyes Magos, como nosotros siempre os hemos llamado.

(P.D.: Dejo, en la mesita baja del salón un poco de turrón, sin azúcar, de Castuera. Y un chupito para cada uno de la crema de Jalea Real del Tío Picho. Los camellos pueden tomar un bocado del pasto de la coneja que tengo en la terraza de la cocina).

*Ex director del IES Ágora de Cáceres