En repetidas ocasiones he clamado contra los tan socorridos expertos, ese inconcreto colectivo en nombre del cual el poder se ha servido en España y me malicio que fuera de ella también para recortar libertades.
"El rimbombante estudio de la Carlos IIIno es sino una encuesta realizada a mil ciudadanos"
La ministra Darias, integrante de ese gobierno que no ha tenido prisa ni interés en reunir un grupo de verdaderos sabios para poner en marcha su prometida ley de pandemias que permita en un futuro luchar contra la próxima, pero que en su ley de seguridad se reserva el derecho de expropiar lo expropiable en una hipotética catástrofe, defendía el otro día la absurda imposición de utilizar la mascarilla en el exterior.
Se apoyaba la entrañable ministra en un Estudio Cosmos de la Carlos III a favor del complemento de moda. Una, que aún respeta la ciencia, y pese a haber leído hasta el hartazgo que el virus se transmite por aerosoles y que en exteriores no era efectiva dicha protección por innecesaria, al oír lo de cosmos y lo de la prestigiosa universidad estaba dispuesta hasta a acatar lo de taparse nariz y boca incluso hallándose en una plaza solitaria en compañía de sí misma.
Pero resulta que el rimbombante estudio no es sino una encuesta realizada a 1.000 ciudadanos. Ni virólogos, ni médicos, ni enfermeros. Ciudadanos, amable lector, como usted y como yo.
No han escarmentado ni con las sentencias del Constitucional, ni con las evidencias de que sus comités de expertos ni eran una cosa ni otra y este es el rigor con el que el gobierno sigue imponiendo lo innecesario. Incómodo, arbitrario e inútil. Y ya , tal vez porque esperamos cualquier cosa de él, ni siquiera nos sorprendemos.