Que diga lo que quiera la legión de solícitos defensores de Garzón que pretenden justificar sus palabras sobre la calidad de nuestra carne, acusándonos de no entender el idioma; esto no es una cuestión de interpretación, ni de contexto, sino la consecuencia de una ideología comunista que pretende contaminar poco a poco, con una labor de zapa, la economía y la sociedad españolas. Si para Garzón el único país sostenible es Cuba, a partir de ahí podemos esperar cualquier cosa; y nos lo está demostrando.

No es la primera vez que ataca a un sector económico, ni será la última. Empezó despreciando al sector turístico --el 13% del PIB español-- y ahora la ha tomado con la ganadería. Se ha ocupado también del sexismo en los juguetes, y se gastó más de 80.000 euros en una campaña para decirnos a la sociedad española que oprimimos a nuestros hijos e hijas, condicionándolos a través de los juguetes. En cuanto a la carne, primero pidió que cambiáramos nuestra dieta para cuidar la salud del planeta, porque como no quiere o no le interesa cuestionar a otros sectores, prefiere culpar al ganado del cambio climático. Lo siguiente es que exportamos carne de animales maltratados. 

¡Es inverosímil lo que ocurre en España! Esto, en cualquier otro país de la Unión Europea, ni se le pasa por la cabeza al ministro de turno. Y si se le pasa, deja de ser ministro. Pero aquí tenemos a Garzón, que ataca un producto español fuera de nuestras fronteras, acusando de vender carne de mala calidad y de maltrato animal, presuponiendo incumplimientos de la norma legal, y el gobierno dice que son «opiniones personales»; o lo que es lo mismo: puede decir lo que le venga en gana con total impunidad.

El asunto es gravísimo porque estamos hablando de que España exporta más de 3,5 millones de toneladas de carne y derivados cárnicos por valor de más de 9.000 millones de euros. Por eso, al cuestionar al sector está atacando a la Marca España, ni más ni menos. En lugar de dar una imagen positiva de nuestro país, para beneficio de nuestra economía, quedarán sus palabras en la mente del consumidor cuando vea en la bandeja: «Origen: España». Si lo dice su ministro…

Si es ministro de Consumo, ¿por qué no pone el mismo interés en bajar el IVA de las mascarillas, por ejemplo, que en subir el de los refrescos? La realidad es que estamos ante el triste resultado de las cuotas ministeriales del gobierno social-comunista; con un ministro que con tan pocas competencias, ¡qué perjuicio ocasiona a España cada vez que abre la boca!

El que sí las tiene es el ministro de Agricultura, que permanece callado como si con él no fuera la cosa. Por eso en este asunto hay dos protagonistas que deberían dimitir o ser cesados por Sánchez: uno por el daño que hace su incontinencia verbal, Garzón, y el otro por su silencio cómplice, Planas.

* Ingeniera técnico agrícola y diputada regional del PP