Lo habido estos días entre la dirección del Partido Popular y la presidenta de la Comunidad de Madrid habría sido interesante –hasta la preocupación– de haber sido entre el PSOE y el presidente de la Junta de Extremadura, por ejemplo. Y únicamente porque el PSOE gobierna, claro. Pero tratándose del PP… De acuerdo, se trata del principal partido de la oposición. Y de un partido que ha gobernado y volverá a gobernar. Y se trata de que se ha hecho públicamente, lo de acusar de un delito de corrupción a una de sus propias dirigentes. Y de que se ha hecho así –como si fuera un asunto de interés nacional– para justificar ante sus votantes la necesidad de expulsarla… De acuerdo. ¿Y?

"La pretensión de acabar con Ayuso ha conseguido que le arrebate el liderazgo sin proponérselo"

Salvo al periodismo, que lo ha agradecido porque lo del presidente Biden es un sinvivir (no acaba de acertar este hombre con el día en que Putin invadirá por fin Ucrania), y al votante del PP, cuya indiferencia por lo que hagan sus dirigentes quedó demostrada cuando aceptó a Antonio Hernández Mancha como presidente (era todavía Alianza Popular, o sea que convendría revisar la definición de fidelidad), ¿a quién podría interesar lo habido estos días entre la dirección del PP y su presidenta madrileña? «Son cosas de ellos y ellos», habría dicho Ferlosio, que atribuía la expresión a los corianos. Ni siquiera a los más aquejados de schadenfreude podría interesarles.

No solo lo habido («lo habido y por haber», dice el dicho). Lo habido se conoce desde el sábado, cuando la presidenta Ayuso, tras dos días estrambóticos, «miró de soslayo, fuese y no hubo nada». Por haber, en cambio, sí habrá algo. Es difícil que el partido, y más enderezándolo Feijóo, dé por buenamente olvidado el dossier (falso), el hermano (marrullero), la acusación (sin pruebas), el expediente (vejatorio) y sobre todo a Egea. La pretensión de acabar con Ayuso para evitar que le arrebatara el liderazgo a Casado, idea de secretario, con perdón, ha conseguido precisamente lo contrario: que Ayuso se lo arrebate sin pretenderlo. Casado es hoy menos presidente.

Pero, con ser un asunto políticamente grave, se trata de un asunto interno. Menos mal que, pese al prestigio de Guillermo Fernández Vara entre los demás dirigentes socialistas y, sobre todo, al éxito electoral que le acompaña en Extremadura desde 2007, el presidente del Gobierno no quiere acabar con el presidente de la Junta de Extremadura. El interés se tornaría preocupación.