Ojalá hoy, como paradójicamente en muchos puntos de España, hubiera Carnavales en Ucrania. Ojalá hoy, las imágenes no fueran de llantos, dolor y preocupación, de personas hacinadas en estaciones de metro o marchando a pie lejos de las bombas. En una parte del mundo, hoy será un día de color, luz y sonrisas, mientras en otra, la luz se apaga, los colores no pasan del gris y el negro y la tristeza es la tónica.

El hombre es un lobo para el hombre, decía Thomas Hobbes y una y otra vez lo demuestra la Historia. La pandemia no nos ha hecho mejores y, cuando aún estamos tratando de salir de ella, llega una nueva guerra a recordarnos que será el hombre quien destruya el planeta. 

Hoy, desde este lado del mundo, muchos padres tienen que hacer de tripas corazón para que no se note la angustia y la tristeza y que sus hijos puedan vivir unos felices Carnavales. Otros no tendrán esa suerte porque se han quedado sin casa y huyen para seguir con vida. ¿Surgirán de nuevo voces en contra de la acogida a refugiados? No me extrañaría. Pero al igual que hay maldad, hay bondad y quiero creer que serán muchos los que estarán dispuestos a acogerlos.

Porque hay más empatía y sed de paz y lo están demostrando, los primeros, los cientos de rusos que se están manifestando por las calles de su país gritando No a la guerra, arriesgándose a ser detenidos. Son los primeros valientes.

Desde cientos de kilómetros del foco de las bombas lo somos todos, pero ellos han sido los primeros en alzar la voz. ¿A qué está esperando el resto del mundo? Los políticos, mejor o peor, juegan su papel, pero los ciudadanos también tenemos el nuestro y no deberíamos quedarnos en casa mirando la televisión, escuchando la radio y leyendo el periódico mientras les decimos a nuestros hijos que no pasa nada.

Hay millones de personas que no queremos la guerra y deberíamos demostrarlo. Igual que estos días muchos saldrán a la calle a desfilar, no hay mayor motivo para hacerlo que pedir la paz y demostrar con nuestras marchas y nuestras voces que no queremos más sufrimiento. No tenemos poder político y muchos nos sentimos impotentes ante lo que otros deciden, pero no podemos no hacer nada. Tengamos humanidad. Si cerramos los ojos o miramos para otro lado porque no nos afecta, seremos cómplices. ¿Es lo que queremos enseñar a nuestros hijos?

*Periodista