Parece que fue ayer cuando el mundo tecnológico entero temía que el año dos mil irrumpiera con un desajuste terrible en todos los ordenadores y máquinas electrónicas y robots, sin los que ya no podemos imaginar la vida. Se conocía como el efecto 2000, y la gente pensaba que, al levantarnos el día primero de enero de ese año por la mañana, todos los datos fundamentales e importantes que almacenaban los ordenadores de los bancos y grandes empresas y los de los importantes ministerios de todos los países, incluidos los datos que guardamos en la memoria de nuestros ordenadores, habrían desaparecido, y todo sería un gran caos.

Afortunadamente, al final no pasó nada. Algo así como lo que quedará de ese gran apagón del que se ha comenzado a hablar en Austria a finales del año pasado y que, muy posiblemente, se trate de otra broma que, en algún momento de la vida, se le ocurre a algún barre-boñigas desocupado y aburrido, y lo comparte por las redes con el mundo entero.

Pues eso mismo me pareció a mí cuando descubrí en las redes la noticia, hace unos pocos días, de que en la ciudad inglesa de Manchester habían abierto un cine para perros. ¿Para perros? Sí, sí, para nuestros fieles amigos, los canes. Un verdadero ‘Cinecan’, con todas las comodidades, para poder llevar a tu perro o perra al cine y pasar una tarde especial con tu mascota, disfrutando de películas como ‘La dama y el vagabundo’, de los directores ClydeGeronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, en 1955. Todos, en la sala, disfrutarían a rabiar de la bellísima ‘Lady’, o ‘Reina’, una encantadora Cavalier King Charles Spaniel que, con su inmensa dulzura y espectacular e insinuante movimiento de pestañas, harían las delicias de adultos y cachorros de la sala. También aprenderían de las innumerables estrategias de ‘Golfo’, un hermoso perro cruzado, para salir airoso de los enemigos que le perseguían, y tomarían, también, muy buena nota de sus increíbles habilidades para enamorar a ‘Lady’.

Seguro que también les encantaría disfrutar de las aventuras del perro superhéroe ‘Bolt’, película que dirigió Byron Howard en 2008 y que fascinó, en su momento, a los pequeños espectadores que se acercaron a las salas de cine. También, seguro que disfrutarían de lo lindo con ‘HomewardBound’, dirigida por Duwayne Dunham en 1993, en la que dos perros, un Golden retriever y un cachorro de Bulldog, y una gata siamesa pasan asombrosas y peligrosas aventuras, mientras los tres se afanan en buscar su camino de vuelta a casa.

"La verdad es que este humanísimo afán de intentar humanizar a los animales nos lleva, muchas veces, entre otras cosas, a cantar las vigilias frente a los mataderos"

Y así irán pasando películas en el cine de Manchester en las que nuestros fieles amigos y amigas verán actuar en la gran pantalla a sus can-actores y can-actrices y en los que se sentirán reflejados ellos mismos. Y, como hacemos nosotros, los humanos, alguna perrita saldrá del cine esa tarde un poquito más feliz, creyéndose la perrita Spaniel ‘Linda’, profundamente enamorada de ‘Golfo’, aunque piense, para sus adentros, que es difícil, entre los perros de su barrio, encontrar uno con un encanto tan auténtico y tan atractivamente perruno como el del perro vagabundo de la pantalla.

Lo que no sé es cómo se las arreglarán los empresarios del Cinecan de la ciudad inglesa con el asunto de las palomitas. O les dan un bowl individual con popcorn a cada uno cuando saquen la entrada, antes de acceder con los paquetes a la sala para que se las coman allí mismo, o la que se puede liar durante el film podría ser más gorda que la que se lía en la de los Odiosos Ocho de Tarantino.

La verdad es que este humanísimo afán de intentar humanizar a los animales nos lleva, muchas veces, entre otras cosas, a cantar las vigilias frente a los mataderos, y a considerar que los gallos violan a las hembras todos los días unas cuantas veces, y a pensar con convicción absoluta que a las gallinas se les explota cuando se le retiran los huevos, y a las vacas cuando se les ordeña su leche. Nos lleva, también, a poner a nuestras mascotas abrigos y bufandas, y jerséis de cuello alto y, ahora también, a llevarlos al cine. Por mucho menos, hace ya unos miles de años, el Señor envió un tremendo rayo y destruyó una gran y altísima torre, la de Babel, donde, por su tontuna supina, le fue confundido el seso y la lengua al homo que todo lo sabe.

*Ex director del IESÁgora de Cáceres