Cada línea escrita sobre Ucrania desde el confort provisional de Occidente debería avergonzar a su autor. Más allá de la cobardía inenarrable de Pablo Iglesias, un revolucionario que reniega del Vietcong, de Fidel Castro y de los guerrilleros españoles que lucharon en inferioridad de condiciones, la caridad vuelve a enseñorearse del discurso. Se multiplican las referencias absorbentes a refugiados que son tratados como las mascotas de Europa. A la hora de escribir estas líneas, no se ha inmovilizado ni un solo reactor o yate de un oligarca ruso, pero se han derramado toneladas de pena. Por eso se perderá en libertad cualquier guerra que plantee un tirano, y Putin lo sabe. La ministra de Defensa española decreta que el agresor acabará ante un tribunal por crímenes de guerra, y así será si lo envían sus compatriotas, no ella.

Los héroes van a Ucrania, no vienen de Ucrania. Al estallar las hostilidades, un apuesto joven en perfecto estado físico cruzaba la frontera camino de Polonia al grito de "no sé manejar un fusil".

Brillante manifiesto, como el padre que anuncia al huir del conflicto que "Ucrania no ha hecho mucho por mí mientras crie a mi hijo, así que no dejaré que lo lleven a la guerra, de ninguna manera". Y otra madre anuncia que "no parí a tres hijos para ponerlos en peligro". Con este planteamiento, ¿quién defenderá de agresiones exteriores a las ucranias, concepto que en cualquier momento puede abarcar a las españas?

Sobre todo, el elogio de la cobardía a cargo de Podemos desacredita como figuras quijotescas a valientes como el disidente Navalny, que volvió a Rusia para ser encarcelado. O a los miles de manifestantes detenidos en tierra de Putin por oponerse a su derramamiento de sangre. Y no se olviden del minuto de silencio amilanado en honor de Anna Politkovskaya, otra insensata que prefirió denunciar la corrupción dentro de Rusia antes que huir por la frontera. Durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill recorrió más kilómetros atravesando las líneas del frente que la mayoría de sus soldados. Antes de rectificar, Sánchez presumía de enviar cascos y chalecos a Ucrania, solo le faltó añadir que también suministrará ataúdes. Y Putin lo sabe.