Es como ese anuncio de televisión en que sale un tipo que dice que o se acepta pulpo como animal de compañía o se lleva el juego. El que habla sabe de sobra que es el dueño del tablero y, por consiguiente, quien impone las normas por muy esperpénticas que estas sean. Guillermo Fernández Vara ha hecho esta semana lo mismo con el litio. Ha dicho que o se procesa en Extremadura o el ansiado mineral no sale de la región. Así de simple. No hay razón legal para imponer semejante condición ni tampoco normativa estatal o autonómica que le ampare, pero por lo menos que vaya por delante que se puede hablar mucho de fábricas de baterías en otras partes de España, pero que el susodicho litio está en la franja oeste del territorio español, o sea entre Extremadura y Castilla y León, y que no nos conformamos con que lo extraigan y se lo lleven dejándonos el agujero 

La declaración o aviso no es al tuntún y viene mucho a cuento. Ahora mismo se está jugando en nuestro país una partida de futuro. Debe instalarse en territorio español una gran factoría de ensamblaje de baterías que atienda al sector de la automoción. La misma, dirigida por el grupo alemán Volskwagen, cuenta con una amplísima financiación de fondos comunitarios de la que una parte debe otorgarla el gobierno español. Después de barajar hasta 4 emplazamientos, finalmente el consorcio germano-español se quedó con dos: Sagunto, en Valencia, y Extremadura. Hace dos semanas se filtró convenientemente que la ubicación elegida era Sagunto, la cual no tenía la materia prima como Extremadura pero sí salida al mar, infraestructuras de transportes y personal cualificado reconvirtiendo a los trabajadores que se han visto obligados a salir de la fábrica de coches de Ford. Un jarro de agua fría que Volskwagen no confirmó pero que toda la franja mediterránea celebró. En Extremadura, por contra, se guardó silencio o se dijo «otros vendrán», lo que originó alguna que otra crítica.

Vara viene ahora a poner negro sobre blanco y jugar las últimas cartas con que cuenta Extremadura, una mano que puede ir de farol pero que, por lo menos, cuenta. Es sabido que en este tipo de negociaciones la discreción es un factor fundamental, pero mantener silencio cuando todos hablan tampoco, máxime si la ubicación elegida sale en la portada de todos los periódicos y las autoridades valencianas empiezan a hablar de ella con la naturalidad de un logro cerrado. 

Quizás no haya nada que hacer, que la Comunidad Valenciana tiene todas las de ganar; son más gente y gozan de mejor localización con salida directa al mar y línea férrea de comunicación con Cataluña o Aragón, pero una cosa es cierta y es que sin litio no se puede hacer nada y, al menos, que se tenga en cuenta que el mineral está aquí, en Extremadura, un emplazamiento que, además, dispone de energía de sobra gracias a las plantas fotovoltaicas instaladas, de suelo por doquier y de un proyecto industrial serio que pretende fabricar celdas de baterías en Badajoz y cátodos necesarios para estas baterías en un emplazamiento aún por determinar de la provincia de Cáceres.

La gigafactoría de Volskwagen creará del orden de los 3.500 puestos de trabajo, un revulsivo económico de primerísimo nivel que pondría a cualquier comunidad española de pie, pero a Extremadura, con un nivel de desempleo y de despoblación importantes, mucho más. Por eso el Gobierno español está por la labor de que la megafábrica se instale en Extremadura, a la que relaciona con la España vaciada que tanto necesita de industrias. Sin embargo, pareciera que el sueño se nos escapara y a la desesperada dijéramos aquello de ‘oye, que el litio está aquí ¿eh?’, tenerlo en cuenta. Un aviso de que el pulpo o es animal de compañía o me llevo el tablero.