Los partidos políticos son un instrumento fundamental para la participación de la ciudadanía en la vida pública. Una de las finalidades de la partitocracia es buscar estabilidad en la acción de gobierno. Pero en los tiempos que corren los partidos evidencian una pérdida de confianza. La falta de capacidad para negociar asuntos de Estado (por ej., la renovación del Poder Judicial) y las dificultades para conformar mayorías estables en los distintos parlamentos permite concluir que necesitamos una revitalización del sistema democrático. 

El actual régimen electoral español va camino de cumplir medio siglo y sus defensores aducen que ha favorecido la estabilidad política y ha permitido la alternancia de gobiernos de distinto signo. Alegan que el bipartidismo proporciona estabilidad y excluye más fácilmente a los sectores extremistas. Esta opinión no la comparten los partidos minoritarios, que piensan que un régimen electoral proclive al bipartidismo quiebra el principio de proporcionalidad del voto y consolida mayorías absolutas que falsean la democracia. Sostienen que una representación igualitaria exige que todos los votos tengan el mismo valor. Para los partidarios del multipartidismo el arte de gobernar es el arte de pactar, y únicamente se puede pactar cuando no hay mayorías que puedan imponer su ideario. 

Es cierto que un sistema bipartidista perfecto puede pervertir la democracia si no existe una auténtica alternancia en el poder. Pero hay que tener en cuenta que la fragmentación partidaria ha dado lugar a parlamentos bloqueados y a la cansina repetición de elecciones. Tenemos el resultado práctico de que, cuando existen gobiernos minoritarios, se producen desajustes democráticos, como las concesiones, a veces injustificadas, que se han tenido que hacer -y se siguen haciendo- a algunas Comunidades históricas. De ahí que, por lo común, se venga prefiriendo un modelo de partidos fuertes frente a un mosaico de partidos.

En España, los partidos que hasta ahora han surgido al margen de las dos grandes organizaciones hegemónicas han tenido un nacimiento que podemos calificar de anómalo. En efecto, por una parte, existen partidos que han aparecido, tanto en la izquierda como en la derecha, porque las grandes formaciones se han olvidado de un sector representativo de su electorado, y con el paso del tiempo, después de un periodo de mayor o menor gloria, tienden a colapsar al volver los votos prestados a sus partidos de origen. Hay ejemplos claros en nuestra política. Por otro lado, existen otros partidos, de corte nacionalista, a los que el sistema electoral les otorga una descompensada representación al concentrar todos sus votos en un territorio concreto. Es decir, tenemos partidos que tienen un recorrido efímero porque su nacimiento se justifica exclusivamente en un trasvase temporal del electorado de otros partidos, y existen otros que anómalamente acaparan excesivo poder en relación con el número de electores que los sustentan. 

La ciudadanía siempre espera de sus gobernantes que muestren una concepción práctica de la política. El malestar reinante en la actualidad debe mover a los líderes políticos a consensuar cambios para hacer más participativa la vida pública. Quizá sea el momento de modificar el sistema electoral y apostar por listas abiertas o por un sistema mixto con la inclusión de distritos uninominales que permitan conformar otro panorama de partidos. Al mismo tiempo, sería bueno que, para obtener representación, se exigiera un porcentaje mínimo de votos referido a todo el país.

Con apuestas innovadoras ganaríamos en participación y estabilidad, y se evitarían descompensaciones en la formación de mayorías, como ocurre ahora con el excesivo e injustificado poder de pequeños partidos nacionalistas. De acuerdo con un concepto dinámico de la política, siempre es oportuno pensar que, si el bipartidismo aporta certidumbre, quizá sea más conveniente que las grandes formaciones convivan con partidos que ofrezcan una ideología claramente diferenciada. De esta forma se contaría con partidos menos anómalos que podrían desempeñar el papel de árbitros capaces de decidir gobiernos estables. H

*Catedrático de la Uex