Una pandemia y varias ediciones virtuales después volvieron los pasillos de Agroexpo a llenarse por fin de profesionales del campo. Y también, como en la última edición de 2019 se suceden las manifestaciones, los pitidos, los petardos y las protestas. Nada nuevo bajo el sol. Afortunadamente, no se han repetido las imágenes de violencia de aquella vez, con los manifestantes rompiendo las verjas de Feval en una batalla campal inédita hasta entonces en la historia del recinto.

Otra vez el campo. No es de extrañar: costes de producción que superan los ingresos, sequía, precios de los insumos desorbitados, incertidumbre por la nueva PAC… Desde que llegué a Extremadura periódicamente el agro ha estado en pie de guerra, de forma cíclica, como las estaciones, de forma que apenas recuerdo una campaña sin problemas. 

El campo parece que siempre está en crisis e indignado y la mayoría de las veces con razón. Siempre tengo la impresión que desde las altas esferas se utiliza la ‘estrategia del avestruz’, al más puro estilo Rajoy, de esperar a que llueva, o de difuminar los problemas con otros. Lo cierto es que los profesionales de la agricultura en la inauguración de Agroexpo demostraron que se puede reivindicar sin un ápice de violencia. Eso sí, también se puso negro sobre blanco la falta de unidad, pues no estaban todas las organizaciones agrarias al unísono. Quizá lo único reprochable es que creo que yerran el tiro dando la matraca en uno de los más importantes escaparates del sector primario del país, ahuyentando de la inauguración a autoridades y profesionales que prefirieron ir el segundo día de feria. El horizonte que se abre ahora es más incierto aún con un conflicto bélico a cuatro horas en avión que tendrá consecuencias en los mercados. Parece que los cuatro jinetes del apocalipsis van a pasar uno detrás del otro: la Guerra, el Hambre, la Peste y la Muerte.