La Ley impide que los hombres en prisión provisional o con condena firme por violencia de género reciban las visitas de los hijos de la mujer a la que maltrataron. Es Ley y, sin embargo, Instituciones Penitenciarias ha detectado que se está incumpliendo nada menos que en 879 casos. ¿Cómo es posible? 

Las posibilidades son muchas en casos y decisiones que pasan por muchas manos. Parece mentira que lo que desde fuera se ve tan lógico no se cumpla por quienes no tienen más que agarrar el Código Civil y acatarlo. No sé si se trata de dejadez o de un poso machista de quienes no ven peligro donde podría haberlo porque en el fondo no creen en la violencia de género o en la mujer que denunció y a la que la Justicia dio la razón.

No me explico si no tantos casos de incumplimientos cuando además estamos hablando de la protección de niños y cuando por desgracia está a la orden del día la violencia vicaria, la que ciertos hombres ejercen sobre sus hijos para provocar aún más daño a sus mujeres a través de los pequeños.

Ya en el 2017, la presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial afirmó que no se podía dejar el régimen de visitas en estos casos en manos de los jueces, sino que debía ser Ley. También la Ley de la Infancia incluye un cambio en el Código Civil que establece que no se fije un régimen de visitas o se suspenda si existe cuando esté abierto un proceso penal contra el padre.

Es decir, medios existen para evitar a los menores un daño psicológico si no físico que, cuando los maltratadores están en libertad, puede conllevar incluso la muerte. Ha sido una mujer, la Fiscal de la sala delegada de Violencia contra la Mujer, quien ha solicitado la información sobre si se estaba cumpliendo la Ley y al descubrir esos cerca de 900 casos en los que no se hace, ha dictado a Instituciones Penitenciarias cómo debe actuar para acabar con esa laguna o resquicio legal por el que alguien se coló.

Al final, hablamos de lo de siempre, de no pensar en la persona, en el menor, sino en otros parámetros que no alcanzo a imaginar para firmar que un condenado por maltrato pueda ver a sus hijos, ni en la calle, ni mucho menos en un contexto tan perjudicial para la salud mental de un pequeño como la cárcel. En este caso, no hay que pedir empatía, ni sensibilidad, que también, sino algo mucho más sencillo, cumplir la Ley. 

* Periodista