Ser extremeño implica estar curtido en la resistencia. Eso quiero pensar antes de que nos tachen de resignados. Pero es que la cosa ya clama al cielo. Cada vez que nos sentamos a la mesa a jugar la partida --que llegar a la mesa ya es un éxito--, nos salen malas cartas. Cada vez que hay que repartir algo en este país, por hache o por be, a los extremeños no nos toca. Ya será la próxima, y sino la próxima de la próxima. Mala localización geográfica, peores infraestructuras, escaso peso político. Mil razones o excusas para decir que a Extremadura ‘no’. Al final, la pescadilla que se muerde la cola: los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Los extremeños quizás no hemos sido muy conscientes de lo que se nos ha escapado. La gigafactoría de baterías de Volkswagen que se ha ido a Sagunto esta semana, en la Comunidad Valenciana, trae aparejados 3.000 puestos de trabajo directos y otros 12.000 indirectos. ¿Alguien es capaz de aventurar lo que supondría, de repente, meter 15.000 empleos en esta región? ¿Alguien sabe lo que son los 7.000 millones de euros de inversión que se va gastar el gigante automovilístico alemán en esa parte del territorio español? Pues para hacerse una idea, aproximadamente el Presupuesto de la Comunidad de Extremadura de todo un año.

"Al final, la pescadilla que se muerde la cola: los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres"

Nuestra región estaba en la pugna por la gigafactoría junto a Cataluña y Aragón con serias opciones, pero finalmente se la ha llevado Valencia y eso que entró tarde en la pugna. El Gobierno nacional apostaba por Extremadura por aquello de darle un empujón a una parte de la España vaciada carente de gente porque carece de industria. También porque en Extremadura es donde hay más reservas de litio, terreno industrial disponible y energía de sobra. Volkswagen, por su parte, quería Cataluña porque allí está su filial de Seat, en Martorel, y porque también tiene cerca su planta de Landaben, en Pamplona. Pero al final la Generalitat Valenciana se llevó el premio gordo. Contactó directamente con Volkswagen y le convenció de que Sagunto era lo mejor que le podía pasar. Puerto de mar, disponibilidad inmediata de 5,6 millones de metros cuadrados en Parc Sagunt II, una potente industria auxiliar del automóvil con una planta de coches de Ford, un alto número de profesionales formados procedentes de las universidades valencianas y colegios internacionales para los hijos de los directivos. Todo ello pesó más que Extremadura, la cual presentaba, además, una gran desventaja: su «desconexión» por tren con las plantas de coches y una ausencia de mano de obra cualificada. 

"La seducción de la política juega un papel fundamental en la toma de decisiones, pero esta vez no ha sido así"

Algunos dicen ahora que no hemos perdido nada porque nada teníamos. Pero tampoco vamos a hacernos trampas al solitario, se nos ha escapado una oportunidad de oro. Teniéndolo al alcance de la mano se ha ido a otro sitio precisamente por no disponer de todas esas ventajas que propicia el avance de un territorio: infraestructuras de transportes (o sea tren competitivo), logística y trabajadores cualificados. También porque la política no ha sabido o no ha podido ‘dirigir’ la iniciativa hacia otro lado. Nadie va ahora a rasgarse las vestiduras porque se diga que, a veces, la seducción de la política juega un papel fundamental en la toma de decisiones, pero esta vez no ha sido así y por algo será. Al fin y al cabo el empresario es muy libre de elegir donde se pone porque para eso se juega sus cuartos, pero el resultado es como decía al principio que a Extremadura, cuando tiene una oportunidad, nunca le toca.  

Dicen desde el Gobierno y desde la Junta de Extremadura que puede haber una segunda oportunidad, que la de Sagunto no será la única gigafactoría de baterías que se instale en España y que tiene que venir una segunda con capital chino la cual todavía no tiene elegido emplazamiento. Aunque suene a excusa o pareciera que quisieran ponernos una zanahoria para seguir adelante habrá que estar atentos y preparar el terreno. Perder una oportunidad de 15.000 empleos es una calamidad, hacerlo doblemente no tendría disculpa. Extremadura tiene que seducir pero también debe exigir a los que mandan y mueven los hilos en este país que alguna vez, y más pronto que tarde, nos tiene que tocar, que ya está bien de esperar. Que seremos resistentes pero que la paciencia tiene un límite y que después viene el hartazgo.