El reciente desastre electoral del PSOE en Castilla y León ha conllevado consecuencias serias, pero se ha hablado muy poco de una de las más importantes: la apuesta del alcalde de Valladolid, Óscar Puente, por la abstención del PSOE para que gobernara el PP. 

Puente no es cualquiera, sino uno de los principales apoyos orgánicos de Pedro Sánchez cuando fue depuesto por su Comité Federal el 01/10/2016. Recordemos que aquella «guerra civil» se fundamentó en que la dirigencia del PSOE quería abstenerse para que Rajoy gobernara (como así fue), mientras Sánchez se atrincheraba en el «no es no». Puente, paladín del «no es no» en 2016, ha sido el primer heraldo del «sí es sí» en 2022.

Otra consecuencia importante de las elecciones castellanoleonesas ha sido la entronización de Alberto Núñez Feijoo como líder del PP. Lo que nos interesa aquí es que Casado era un muro para los acuerdos con Sánchez, mientras que la personalidad escurridiza, ambigua, pragmática, cínica y desideologizada del gallego le emparenta mucho más con el presidente del Gobierno. 

Pero quizá el síntoma más claro de que estamos cerca de una «gran coalición» es el vertiginoso desplazamiento de Sánchez hacia la derecha. Desde sus propuestas de bajadas de impuestos como única idea para intervenir en la economía hasta su giro radical sobre el Sahara rindiendo pleitesía a la monarquía marroquí, pasando por la llamativa visita de la embajadora española en el Vaticano o las posturas en relación con la interlocución social, todo apunta a que el presidente se siente ya muy incómodo con sus socios y prefiere los aires renovados del PP de Feijoo. 

Nada nos extraña a quienes tenemos claro que Sánchez no es de izquierdas. El líder del PSOE tiene como principio irrenunciable su conquista y mantenimiento del poder, en segundo lugar la obediencia ciega a los cánones de la ideología liberal hegemónica y, tercero, el necesario travestismo para adaptarse siempre al contexto dado que le permita cumplir su primer e irrenunciable principio político. 

En 2016 no le quedó más remedio que «podemizarse» para recuperar el poder, y esa inercia, junto a su prisa por llegar a Moncloa, le llevó a buscar los únicos socios posibles. No es que Unidas Podemos pueda ser identificado con planteamientos revolucionarios ni radicales ni siquiera transformadores del sistema; lo que ocurre es que la formación morada necesita recuperar su pátina izquierdista antes de las elecciones generales, escorándose hacia un discurso que en nada se parece a su praxis en el poder. La ideología liberal de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz apenas puede diferenciarse en algunos matices, pero Díaz todavía se ve obligada a justificarse ante unas bases que Sánchez ha domesticado.

"Solo falta saber si Sánchez ejecutará su enésima metamorfosis o si preferirá mantener una mínima honra"

Tampoco debe extrañar que Feijoo quiera diferenciarse de VOX, no porque haya gran distancia ideológica, sino porque el PP tiene una amplia clientela política a la que mantener en nómina, que podría pasarse en bloque al partido de Abascal, convirtiendo al PP en un bonito recuerdo. Feijoo podría haber firmado la misma reforma laboral que Sánchez, podría también bajar los impuestos, mandar a su embajadora al Vaticano con las mismas formas que Sánchez a la suya, perfectamente podría haber rubricado el mismo acuerdo sobre el Sahara, o habría gestionado la pandemia de una forma muy parecida a la del Gobierno. No necesita moverse mucho de sus posiciones para firmar un gran acuerdo con el sanchismo en un fin de semana de reunión en La Toja. 

Suenan trompetas de «gran coalición» en España por primera vez desde 1977. Sánchez debería hacerse una enmienda a la totalidad de sí mismo, algo para lo que tiene gran habilidad sin que el rebaño se le desmande, pero no es tan sencillo que el PP acepte a Sánchez, habida cuenta de que el presidente ha traicionado a tirios y troyanos para satisfacer su ambición política. La duda no es si se intentará la «gran coalición», sino entre quién. Parece que en el PP será Feijoo, solo falta saber si Sánchez ejecutará su enésima metamorfosis o si preferirá mantener una mínima honra ante sus incondicionales, dejando que sea otro líder liberal del PSOE el que lleve a cabo el último intento agónico del partido por sostener la ya imposible ambigüedad de proponerse como formación transformadora mientras sostiene el statu quo.

*Licenciado en CC de la Información