El Periódico Extremadura

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Fernando Valbuena

A la intemperie

Fernando Valbuena

Demetrio

Demetrio les ofreció el bizcocho que una compañera de trabajo había cocinado para ellos

Al abrir apareció él. Un muchacho ucraniano de diez años. Un tanto cohibido. O eso me pareció a mí. Blanco. Tanto que parecía de nácar su rostro. El pelo muy corto. Callado. No recuerdo que dijera nada. Y, en el brillo de sus mejillas, cierto sonrojo. Detrás estaban ellas. Las tres. De menor a mayor, como un proyecto de escalera de color. Y me causaron, los cuatro, una enorme ternura.

Demetrio y yo somos amigos de cuando jóvenes. Compartimos, cuando estudiantes, techo. Eso fue en otro tiempo, un tiempo casi olvidado y, sin embargo, cuando nos encontramos, pareciera que el tiempo aquel se hubiera detenido en cada instante compartido. Alcalá, 181. Por las noches bajábamos al bar y charlábamos con los parroquianos. Al volver, Goya con Alcalá, seguíamos charlando de los ocho millones de votos de Felipe González y de Perico Delgado. Más de Perico que de Felipe. ¿Eran ocho?

Eran cuatro. El niño, su madre, su abuela y su bisabuela. Ellas sonreían. No sé si estas cosas está bien decirlas, así, en público, pero me parecieron muy limpias. Y muy educadas. No dijeron nada inteligible, al menos nada inteligible para mí, ni siquiera para Demetrio que, a mi lado, sonreía feliz, con esa alegría íntima de quien, en el parque, un día de primavera, se embelesa en una aromada caricia de aire fresco. Me pareció estar presente en un momento de esos que nos reconcilian, sin trucos ni alharacas, con nuestra propia condición de humanos. Así que me dejé llevar y, ensimismado, sonreí. Así estuvimos unos instantes deliciosos, ellos en el rellano y nosotros dentro. Sonriendo entre leves reverencias como si fuéramos chinos. Todo en señal de amistad. Una amistad de estreno.

Demetrio vive solo. Su madre le ha dicho que anda corto de armarios para tanta gente, así que Demetrio ha vaciado los que ha podido. Y ha repuesto las bombillas fundidas. Demetrio vive más fuera que dentro de su casa. Y creo que la piscina climatizada de su urbanización no la usa. Pero ha reparado la cabina de hidromasaje para que sus invitados puedan usarla; solo le funcionaba la radio. Demetrio es más de radio que de televisión; tanto que se le han sulfatado las pilas del mando. Antes de que llegaran, ha trasladado sus papeles, del salón a un cuartito que antes no utilizaba, para que ellos puedan ver la tele tranquilamente. Mientras me lo cuenta, mira por la ventana; están al llegar…

Y, a su espalda, como en una metáfora triste, la oscuridad del rellano de la que parecen huir

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El niño estrecha la mano que Demetrio le ofrece. Su madre, embarazada, detrás de él, parece sostenerle. Su padre sigue en Ucrania. Al recordar a su padre siento pena por el muchacho. Probablemente su hermano nazca en España. Su madre es rubia. Y guapa. La madre. La madre de su madre. Y la madre de la madre de su madre. Allí las tres, iluminadas por la luz del recibidor, y, a su espalda, como en una metáfora triste, la oscuridad del rellano de la que parecen huir.

Demetrio es buena gente. Antes de que llegaran, comimos juntos. Más yo que él (como cuando éramos jóvenes). Volvimos a charlar como entonces, pero no le oí ni una queja ni un recelo. Yo, que debo ser algo perro, le dejé caer que si en vaya jaleo te vas a meter, que no les conoces de nada, que es mucha gente para un piso, que no sabes hasta cuándo y hasta eso de que tú tienes pocos armarios para tanta gente. Pero no reculó. Podía haberlo hecho en la confianza que nos une. Pero no, no lo hizo. Es como si la felicidad se le hubiera agarrado dentro.

La bisabuela se llevaba la mano al pecho. Vestía claro. Linda. Por fin, entraron. Demetrio les ofreció el bizcocho que una compañera de trabajo había cocinado para ellos. Demetrio hablaba despacio como si así pudieran entender el castellano. No entendieron nada, pero recogieron el paquete dando muestras inequívocas de gratitud. Mañana, al girar la llave, la casa no estará vacía. Mañana, al niño de mejillas nacaradas, alguien le regalará un balón.

*Abogado

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