Cuando el sabio apunta la luna, el tonto se queda mirando el dedo. Cristo es el dedo que apunta a la luna, a la que llamó Padre. Me pregunto si no seremos quienes nos decimos creyentes los tontos que nos hemos quedado mirando el dedo. Claro que el asunto no es tan sencillo, puesto que los cristianos hemos llegado a decir que ese dedo, Cristo, es también la luna. Y eso lo complica todo.

La verdad, en cualquier caso, nunca es una posesión. Si eres cristiano y aceptas esto, ha sonado la hora de ser un poco más humildes. Los cristianos no somos quienes tenemos la verdad, ¡por favor! ¡Como si la verdad fuera algo que pudiera poseerse! ¡Nosotros somos más bien quienes somos sos-tenidos por la verdad!

La versión occidental o católica de Jesucristo es un cristianismo posible, el más conocido por nosotros, pero no el único. Todos los demás cristianismos no son simplemente heterodoxos; son cristianismos legítimos y necesarios, son cristianismos hermosos. La verdad no es una posesión, sino una gestación. Y el laboratorio para esa gestación es el diálogo, el diálogo y el silencio. Necesitamos del Cristo de los otros, puesto que sin ellos nuestro cristianismo no es completo. Peor aún: resulta anacrónico, que es lo que está sucediendo hoy en nuestro mundo.

La actual estampida de los católicos a otras filosofías y espiritualidades es, en última instancia -tómese nota de ello- una buena noticia. Buena noticia, sí, puesto que nos ayuda a ir gestando un cristianismo más fiel al acontecimiento Cristo. Así que la hegemonía católica ha terminado, ¡aleluya! Aleluya, puesto que ahora podemos dar paso a un catolicismo no excluyente sino inclusivo, es decir, verdaderamente universal.

¿Cómo no vamos a cuestionar lo que hasta hace pocas décadas era totalmente incuestionado e incuestionable? Lo extraño no es que hoy lo cuestionemos -con todo respeto, con todo amor, por supuesto-; lo extraño es que antes no se lo cuestionaran en absoluto.

¿Por qué la gente se va de las iglesias? ¿Porque es mala? ¿Porque es superficial? ¿Porque es hedonista y materialista? ¡No fastidies! La gente se va porque la iglesia representa lo antiguo, lo caduco, lo que hoy ha dejado de tener sentido.

Pero hoy hemos viajado. Hemos leído. Hemos conocido a gente diferente. Hemos visto con nuestros ojos que los demás son como nosotros: que también ellos buscan, sufren y encuentran consuelo en el vino y en la amistad. Hoy hemos visto, como nunca antes en la historia, que los otros somos nosotros. Hemos dado un paso hacia arriba y vemos con más perspectiva. Vemos que las otras tradiciones también son sagradas. Vemos que la experiencia mística es en todas las religiones esencialmente la misma. Vemos qué es necesario romper y abrirse, puesto que no hacerlo supone ir muriendo o quedar como mero ornamento.

Dicho en pocas palabras: ya no podemos ser tan egocéntricos y pensar que lo nuestro es lo mejor o, peor aún, que es lo único. Esto resulta difícil de aceptar porque muchos siguen en la jaula del viejo paradigma. Necesitan -todos lo necesitamos- abrirnos a lo nuevo.

Lo nuevo es Cristo, Cristo siempre es nuevo. Si no es nuevo, no es Cristo. Si la tradición no es para hoy, es mero conservadurismo. Lo de antes estuvo bien para los de antes, sólo para ellos. Mucho de lo que llamamos fe nos hace, por desgracia, verlo todo con un filtro que nos impide ver lo que tenemos delante. No se trata de que tengamos que renovar el mensaje -como yo mismo he defendido en múltiples ocasiones-, actualizarlo a nuestro lenguaje y sensibilidad. Es que el mensaje es nuevo. Somos más bien nosotros los que nos hemos quedado viejos con nuestras plantillas mentales.

El evangelio no llega hoy porque pensamos que nos lo sabemos. Porque lo hemos domesticado. Si no sientes que la Palabra te pone ante ti, eso no es la Palabra. Puedes tirarlo a la basura. Más aún: te aconsejo que la tires cuanto antes. Es opio, es morfina; no solo no te ayudará, sino que te perjudicará. Cristo apela directamente a tu corazón, y si tu corazón no sé conmueve cuando le escuchas es que no es a Él a quien has escuchado. De modo que deja de una vez por todas todo lo que te impida estar en tu corazón.

A nuestra generación se le está ofreciendo la oportunidad de, como generación, despertar. Esto es muy gordo. No estoy hablando de un despertar personal o individual, sino de un despertar general, de la globalización del despertar. No digo estas palabras para inflamar a nadie, sino porque veo claramente que estamos en una encrucijada. ¿Qué temerán algunos perder, cuando ya lo hemos perdido prácticamente todo? ¿Será posible que nos agarremos a cuatro migajas y que no veamos el esplendor de la verdad, que refulge por todas partes?

La realidad está abierta y cuando entras, te precipitas. Estás vivo cuando te precipitas. El cristianismo está naciendo en esta época. Si no está naciendo en esta época, no es cristianismo. Jesucristo fue un meteorito en su época, y dos mil años después seguimos siendo afectados por esta experiencia. Lo repito: a nuestra generación se le está ofreciendo la oportunidad de, como generación, despertar. ¿Hay alguien que se apunte?

Por Pablo d'Ors, escritor y sacerdote