El Periódico Extremadura

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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

No quiero opinar, gracias

Ultimamente, cualquier actividad de la vida cotidiana apareja una respuesta automática en la que se pide una valoración del grado de satisfacción. O lo que es lo mismo, que regalemos nuestro tiempo a cambio de nada

Todos quieren saber qué pienso, y yo no quiero opinar. O sea, que voy a opinar aquí mismo, en esta hoja de periódico (en este trozo de pantalla), porque a eso me dedico, pero no me apetece opinar de todo cuando ellos digan y donde prefieran. Tengo varias docenas de mails en mi cuenta personal que reclaman mi veredicto sobre cosas. Acaba de entrar otro. Me pregunta mi parecer sobre un escurridor para el fregadero que compré hace cuatro o cinco meses, si ha satisfecho mis expectativas. Pues no sé, se porta bien el cacharro. Pongo los cubiertos encima y se escurren, coloco una sartén y se va secando cuando no hace demasiada humedad en el ambiente. Creo que cumple con su cometido de trasto perfectamente banal, pueden felicitar al diseñador si aún trabaja para ellos. También pienso que no pienso responder al mensaje, que junto con el resto de envíos inquisidores e invasivos forman un bosque lo suficientemente tupido como para que no vea las comunicaciones verdaderamente importantes: el buzón del correo electrónico se ha convertido en un pozo tan inútil como buzón de casa. 

Llevo tres minutos pensando en el escurridor, con la tontería. Igual pretenden eso, que deje de darle vueltas a la presencia de un partido ultraderechista en un gobierno autonómico por primera vez en democracia. O a la invasión de Ucrania, que avanza en su segundo mes y siguen muriendo tantas personas. O a la inflación, que antes soltabas 50 euros y te llevabas algo a casa, y ahora por ese billete… Parece que el algoritmo me está leyendo la mente, y acaba de llegar una encuesta de satisfacción sobre mi última interacción con mi empresa de telefonía. Pues mira, teniendo en cuenta que me quise asegurar de que me han vuelto a subir la factura sin previo aviso, y sin darme nada a cambio, podría enhebrar una retahíla de insultos hacia esa compañía y todas la suministradoras que nos empobrecen euro a euro aprovechando que sus competidoras son igual de cuatreras. Pero prefiero reservarme mi opinión.

También las firmas de moda que te endilgan sus tarjetas a cambio de algún descuento, el híper, la peluquería, el taller y las aplicaciones de los servicios públicos reclaman que cumplimentes un sondeo porque «¡tu opinión es fundamental para nosotros!» Qué gran trola. Cada vez más encuestas insustanciales y menos participación ciudadana real. Estás haciendo la quinta transferencia de pagos al mes desde la banca online, y cinco veces has tenido que quitarte de en medio una pantallita en la que te reclaman que valores su app en mitad de la operación, de una a cinco estrellas. Pues opino que es un asco pagar para hacer lo que antes te hacían gratis. Opino que es de muy mala educación que un servicio que abonas religiosamente se comporte de manera intrusiva y pesada, y ya de paso creo que lo que les hacen a los clientes mayores que veo a diario esperando en fila frente a la oficina no tiene nombre. Pero no se lo voy a decir. Me guardo mis ideas. Les devuelvo la callada por respuesta a esos traficantes de opiniones prescindibles. 

Hace año y medio una teleoperadora amable me resolvió una papeleta difícil y me pidió que contestara un sondeo sobre su trabajo, que me llamarían en breve y era importante para ella. Todavía estoy esperando. No pienso opinar de nada hasta que no pueda opinar elogiosamente sobre esa mujer. H

*Periodista

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