El Periódico Extremadura

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Antonio Galván González

Desde el umbral

Antonio Galván González

Responsabilidad

En esta sociedad en que cada vez hay más gente que reclama derechos sin cumplir con sus deberes, el concepto de responsabilidad va diluyéndose en un océano de reclamaciones, reivindicaciones y exigencias en las que todo gira en torno a deseos privados, caprichos del yo y antojos infantiles. 

Quienes creemos en la libertad individual y en los derechos y deberes del ciudadano tenemos, en este sentido, la obligación moral de pregonar la importancia primordial de la responsabilidad para hacer frente a aquellos que defienden un orden social equiparable al de la selva, en que el egoísmo sepulta cualquier posibilidad de cooperación y coexistencia. 

Al mismo tiempo, hemos de ser también firmes en la condena del empobrecedor colectivismo segmentario, que sirve de excusa a los totalitarios para atentar contra la libertad de conciencia, pensamiento, expresión y acción de los sujetos. Entre el secuestro de las libertades individuales, que preconizan los colectivistas de toda ralea, y la no asunción de una responsabilidad social que delimite la libertad de los individuos, para que nadie violente los derechos del otro, hay estaciones intermedias que favorecen la convivencia armónica de los seres humanos y un horizonte de prosperidad, paz y bienestar para el conjunto de la sociedad. 

Sé que en estos tiempos de polos opuestos, de blancos o negros, de posturas encontradas e irreconciliables, de extremos, el planteamiento puede sonar utópico y hasta revolucionario. 

Del mismo modo, soy consciente de que los dogmáticos, que no admiten precisiones, matices o salvedades, denostarán este discurso por equidistante o templado, y por no admitir corsés que asfixien la pluralidad, la tolerancia y el respeto hacia el que piensa, siente o se comporta de modo distinto. Pero tengo la convicción de que, en la construcción de una nación, el sacrificio parcial en ciertos postulados es esencial a la hora de alcanzar consensos en los que una inmensa mayoría pueda verse representada. 

Y en el modo en que nos guiamos por la vida ese sacrificio consiste en saber que no podemos hacer lo que nos plazca en cada momento, porque nuestros semejantes también han de poder disfrutar de espacios para el desarrollo de sus propios derechos. 

La conclusión es sencilla: no se puede ejercer el poder, ni disfrutar de la libertad, sin prestar la importancia debida a la responsabilidad y a la ley. Pero algo a priori tan sencillo como vivir, dejar vivir y que te dejen vivir parece cada vez más complicado. Y esto no se debe al azar, sino a la educación y al orden de valores que se transmite, imparte y fomenta en las familias y en las escuelas, aunque también, y de manera muy significativa, al discurso que se propaga desde los medios de comunicación, los poderes públicos y los minaretes de las redes sociales. 

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