El Periódico Extremadura

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Juan José Ventura

Multitudes

Ha sido normalizar la vida cotidiana, exigir las mascarillas solo en unos pocos casos y ya está montada la fiesta, a pesar de la amenaza del omicrón, de la variante delta o de la combinación de ambas.

Han vuelto las multitudes, el gentío, la masa, la aglomeración humana. Ha sido levantar un poco las restricciones y ya están aquí las reuniones como piojos en costura. Ha sido normalizar la vida cotidiana, exigir las mascarillas solo en unos pocos casos y ya está montada la fiesta, a pesar de la amenaza del omicrón, de la variante delta o de la combinación de ambas.

Luego vendrán los madremías, los repuntes y las ‘olitas’, que de pequeñas no tienen nada

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Miren cómo estaba Trujillo este fin de semana con la Feria del Queso, cómo estaba Cáceres en sus honores a la patrona y cómo va a estar este fin de semana cuando vengan ya las huestes de la música y la danza a campar a sus anchas. Pasamos del cero al cien en un pispás y poco importa la reduflación, el IPC o la crisis energética. Somos un país de multitudes, adoramos el ritual de ir todos a una, aunque sea a despeñarnos por un precipicio. 

Luego vendrán los madremías, los repuntes, las ‘olitas’, que me parece a mí que de pequeñas no tienen nada. Pero la economía tiene que volver a poner en marcha sus motores productivos, tocados por la crisis sanitaria y malheridos por el conflicto bélico de Ucrania. Me da a mi la impresión de que estamos ahora mismo en periodo de prueba, de vamos a quitar las mascarillas y a ver qué tal van los índices de contagios y de hospitalizaciones. Espero que no tengamos que volver a ponérnoslas.

Las bullas no sé lo que tienen que nos alegran, nos activa saber que existen. Tanto es así que si no las vemos nos quedamos como mustios. Si el Womad no está hasta los topes parece que no ha sido un éxito, aunque hubieran venido a tocar los mismísimos Beatles resucitados.

Las aglomeraciones son una suerte de vertebración de la sociedad. A mi particularmente no me gustan, porque tienen algo de borreguil y de desconectar el cerebro, pero qué le vamos a hacer. Refrán: ¡A la bulla, tío barulla!.

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