El Periódico Extremadura

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Víctor Bermúdez

café filosófico

Víctor Bermúdez

Sobre el manifiesto contra la LOMLOE

Consideraciones sobre la nueva ley educativa en España

Sobre el manifiesto contra la LOMLOE. El Periódico

Un grupo de más o menos reconocidos intelectuales acaba de publicar un manifiesto contra la nueva ley educativa, la LOMLOE, y en defensa, dicen, de la enseñanza como bien público. Entre otras cosas, se afirma en él que la LOMLOE es incompatible con una educación de calidad, entendiendo como tal una «instrucción basada en los conceptos nucleares de esfuerzo, mérito y contenidos». Una afirmación harto simplista, pues tales «conceptos nucleares» son, cada uno de ellos, un complejo compendio de particulares y discutibles suposiciones.

El concepto de mérito, por ejemplo, presupone ingenuamente que todos los chicos compiten en igualdad de condiciones y que la competencia que demuestran es, ante todo, fruto de su iniciativa y empeño personal. Pero esto no está en absoluto claro. De hecho, la mayoría de los factores de los que depende el «éxito» académico de un alumno (dotes naturales, educación recibida, influencias del entorno…) no dependen fundamentalmente de ninguna decisión suya; como tampoco depende de él, por cierto, que el sistema educativo decida estimar como meritorio el dominio de determinadas capacidades en lugar de otras.  

Otra prueba de la discutible relevancia del concepto de mérito es que la inmensa mayoría de los alumnos y alumnas que obtienen peores resultados académicos pertenezcan a entornos socioeconómicos deprimidos. Sería mucha casualidad que todos ellos fracasaran por «falta de mérito». Es especialmente sangrante, por ello, que muchos de mis colegas (algunos, para más inri, de izquierdas) insistan en el cuento de la cenicienta neoliberal de que la «excelencia educativa» y la «cultura del esfuerzo» (contra lo que, según ellos, va la LOMLOE) sean la única y mínima oportunidad que tiene la gente humilde de triunfar en un sistema social que los aliena y explota, con lo que estarían confirmándonos (a) que con la desigualdad social no hay quien pueda, (b) que los que están abajo han de esforzarse el doble por llegar arriba (así es la vida), y (c) que los que no logran «triunfar» y dejar de ser pobres (la inmensa mayoría) lo tienen merecido por no haberse esforzado lo suficiente, con lo que a su inferior condición de partida han de sumarle la humillación moral de postularse como responsables de la misma.  

A esta simplona y demagógica noción de «mérito» une el manifiesto la crítica, no menos superficial, a la presunta «disminución de contenidos» que propugna la LOMLOE, cuando lo que realmente promueve esta ley es todo lo contrario: la amplificación de la propia noción de «contenido», que no solo se refiere a los conceptos de toda la vida, sino también, y con el mismo nivel de explicitud y rigor, a un buen número de destrezas, actitudes y valores. Además, la misma ley, y por el desarrollo del enfoque competencial al que obligan las recomendaciones europeas, exige ahora un dominio pleno (no solo teórico y académico) de tales contenidos, de forma que no solo sirvan para hacer ejercicios en una pizarra, sino también para pensar, plantear y resolver cuestiones en muchos otros ámbitos.

Reivindica también el manifiesto que no desaparezcan las notas numéricas y las «Menciones de Honor», lo que presupone otras dos cuando menos discutibles creencias. La primera es que la complejidad que implica la evaluación de un alumno pueda ser reducida a algo tan absurdo como la diferencia entre un 4,75 y un 5 en la puntuación de un examen; y la segunda, que el interés de un ser humano por aprender sea asimilable al de un perro de Pavlov por salivar, es decir, a algo que solo se manifiesta bajo la promesa de un premio o mención.

Acabo refiriéndome al asunto del adoctrinamiento. Dice el manifiesto que los conceptos de tipo moral o ideológico deben ser desplazados de las aulas. ¿Pero cómo? No hay un solo sistema educativo en el mundo, ni una sola ciencia, saber o práctica, que no incorpore, de forma explícita o implícita, aspectos ideológicos y morales (concepciones del mundo, criterios más o menos acríticos de verdad, creencias sobre el ser humano, pautas morales y cívicas, nociones políticas, presupuestos estéticos…). Así, y como cualquier otra ley educativa de cualquier lugar y época, la LOMLOE establece los valores (emanados de leyes y principios vigentes) que han de regir la convivencia y la propia práctica educativa. ¡Ni existe, ni es posible, una educación moralmente aséptica tal como la que propugna el manifiesto! 

Lástima, eso sí, que la ley no haya insistido en dotar de mayor presencia en todos los niveles educativos a materias que, como la ética, sirven precisamente para inmunizar al alumnado contra la asunción acrítica de todo presupuesto moral o ideológico (también de los que se desprenden del manifiesto que hemos comentado). De ser así, la LOMLOE habría dado un paso aún más decisivo en la tarea de mejorar la calidad educativa y, por lo mismo, de preparar a los alumnos para un verdadero ejercicio, crítico y comprometido, de la ciudadanía.

*Profesor de Filosofía

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