El Periódico Extremadura

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Fernando Valbuena

A la intemperie

Fernando Valbuena

Manuel Granero

En el centenario de su muerte como torero

Veinte años, un mes y tres días. La edad de Granero al morir. Tal día como hoy de hace exactamente cien años. De negro y oro, sin tartanas, ni huertas, ni barracas… solo flores de llanto.

 Manuel Granero Valls era valenciano. Violinista de conservatorio, un día se le cruzó una novillada en el coso de la calle Játiva. Y el xiquet quiso ser torero. Y cambió naranjos por encinas y allá que se fue a Salamanca. A la charrería del toro. Allí coincidió con Chicuelo, con Juan de la Rosa… maletas todos por la gracia de Dios. Y, allí, a deshoras, tocaba el violín en el Café Suizo de la calle Zamora.

 Blanquet le olió la muerte. Blanquet, torero de plata, ya se la había olido antes a Joselito en el patio de cuadrillas de Talavera de la Reina. Tufo a cirios encendidos. Se llamaba “Bailaor” y era de la Viuda de Ortega. Eso fue tan solo unos meses antes, el 16 de mayo de 1920.

 Granero tomó la alternativa de manos de Rafael “el Gallo”, el hermano brujo de José, en la miguelada sevillana de 1920. Vestía el toricantano de negro y oro en señal de luto por la muerte de su madre. Vestía su padrino de negro y azabache en señal de luto por la muerte de su hermano. Y ahí quedó media verónica para los restos… El cetro del toreo -muerto José, retirado Juan- en sus manos. Al menos desde el 17 de mayo de 1921 en que Madrid lo proclamó soberano. Aquella fue la corrida de los tres manueles: el sevillano Manuel Jiménez “Chicuelo”, el trianero Manuel Varé “Varelito” y el propio Manuel Granero. Al que cerraba plaza, un toro del Conde de Santa Coloma llamado “Malacara”, le despachó una faena soberbia. Esa temporada, la del 21, toreó más que nadie, casi cien corridas. Y mejor que nadie. Y a diez mil pesetas la tirada. Comenzaba con él la “Edad de Plata” del toreo, en afortunada expresión de Don Gregorio Corrochano; de plata y sangre, porque en esos años, en lo que va de la muerte de Joselito al inicio de la guerra civil, más de cien toreros dejaron su vida en los ruedos…

 Y es que la muerte huele a cera derretida. A eso olía la madrileña plaza de la carretera de Aragón cuando sonaron parches y metales. Tufo a muerte… “Pocapena” se llamaba su segundo y era del Duque de Veragua. El año anterior, en Ciudad Real, ya le había entrado en el lote, pero el festejo acabó suspendiéndose tras darse a la fuga el empresario. Pero “Pocapena”, cárdeno, bragado, astifino y burriciego, era para él. A eso de las seis menos veinte de la tarde del 7 de mayo de 1922, en el primer muletazo, un ayudado por alto, lo enganchó por el muslo y lo volteó; a hocicones lo dejó sentado en el albero contra las tablas y ahí, ya boca abajo el torero, lo corneó con violencia… Blanquet, repleto de espanto, se llevó las dos manos a la cara…

 “Ha ingresado en esta enfermería el diestro Manuel Granero con una herida por cornada que, penetrando la región orbitaria derecha, fractura el fondo de esta cavidad, y sigue por la fase cerebral media atravesándola en toda su extensión, destrozando la masa encefálica con fractura conminuta de los huesos frontal, etmoides, esferoides, parietal, temporal, maxilar superior y malar, con desgarramiento de las partes blandas del pericráneo desde la órbita derecha hasta la región mastoidea del mismo lado, con salida de masa encefálica y fractura de cráneo… Lesión mortal de necesidad. El herido falleció a los pocos segundos de ingresar en esta enfermería. Dr. Hinojar.”

 El cortejo fúnebre y triste de sus despojos partió de la plaza y en Cibeles tomó camino, por el Paseo del Prado, hacia Atocha. Al final del viaje le esperaba Valencia. El mar. La luz. Las flores. Tenía tan solo veinte años, un mes y tres días cuando murió… y era el rey de los toreros.

*Abogado

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