El Periódico Extremadura

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Carmen Martínez Fortún

La curiosa impertinente

Carmen Martínez-Fortún

Reflexiones sobre la envidia

Envidié la valentía de integridad de Robles. Vano espejismo. Cobarde y agarrada al cargo es al final

Caín envidiaba a Abel y cometió el primer asesinato que además fue fratricidio. Y aunque hay una envidia sana, no es pecado menor. Casado envidiaba a Ayuso y ya hemos visto cómo ha acabado. Lo mismo que antaño Sáenz de Santamaría y Cospedal. Belarray Montero envidian a Díaz, y nadie puede predecir qué será de ellas. ¿O sí?

Una, por ejemplo, envidia la pluma de Javier Cercas, la voz de Alaska, la altura de Victoria Federica y los brazos de Letizia, que según mi entrenador los tiene así por flacos, no por tonificados y me conmina a no envidiarlos. Yo conminaría a Sánchez a no caer en la tentación de envidiar el torso peludo de Macron, -seguro que no, aunque ¿quién conoce los recovecos de la mente humana?- y sí su cerebro, pues tan amigo de los selfies como de los documentales sobre su persona, nuestro presidente se sabe apuesto –tal vez más de lo que es, que lo es– y tendrá muchos defectos pero ninguna traza de envidiar a nadie. Tan contento como se le ve de haberse conocido, igual se tiene por superdotado como el vecino galo y no crean ustedes que desbarro, pues el francés se ve amenazado tras las próximas legislativas con la cohabitación y el español lleva toda la legislatura no solo cohabitando sino bailando con lobos, echándoles de comer los cadáveres que le exijan, como hoy mismo, y sin dejarse devorar.

Ayer se supo que Puigdemont envidiaba a Putin, aunque no ha quedado claro si su ansia regeneradora, que le ha impulsado a invadir Ucrania para acabar con la degeneración moral de Europa, o sus 100.000 soldados con los que castigar a la degenerada España. Después de mandarnos a la mierda, sería justo y necesario que nos explicara el personaje cómo, tan campeón de la libertad que es, pudo tener tratos con semejante poseedor de alma tan genocida.

No habrá mucha gente hoy en España que envidie a Paz Esteban, aunque deberían. Yo, hace unos días envidié la valentía e integridad de Robles. Vano espejismo. Cobarde y agarrada al cargo es al final. Veremos si su deshonra la salva. Pero ¿podrá mirarse al espejo sin sonrojarse?

*Profesora

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