El Periódico Extremadura

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Aracely R. Robustillo

Macondo en el retrovisor

Aracely R. Robustillo

Periodista

Hipócritas

Es necesaria una ley del aborto digna, realista y compasiva para con las mujeres

Sé que para algunos es difícil de imaginar y de creer, pero es posible defender causas, derechos y hasta a personas sin que medie intención alguna de sacar provecho de ello. Yo no soy gay, pero me parece de pura justicia que dos personas que se quieren y creen en el matrimonio se puedan casar independientemente de ser o no del mismo sexo. Eso qué más da. También creo firmemente que es necesaria una ley del aborto digna, realista y compasiva para con las mujeres, aunque nunca he sabido si llegado el caso sería capaz de hacer uso de la misma. Y sin embargo, hay quien se empeña en ser simplista y zafio e interpreta que las dos cosas van de la mano. 

La periodista del Diario.es, Fátima Caballero, embarazada, denunciaba en Twitter hace unos días que había recibido un email desde una supuesta clínica abortista ofreciéndole sus servicios con diferentes descuentos y opciones en tono jocoso y despectivo. Una broma cruel y de mal gusto, cuyo objetivo es claramente ‘castigarle’ por las opiniones, que como informadora y ‘feminista’, según ella misma se define en su perfil en las redes sociales, ha vertido libremente sobre la terminación del embarazo y la nueva legislación sobre el tema.

A ver si de una vez por todas les queda claro a los ‘bullies’ y ‘talibanes’, que condenan este asunto con una venda en los ojos y en el corazón, que es posible tener empatía por el sufrimiento de otro ser humano sin necesidad de haber pasado por lo mismo o tener en mente hacerlo. 

Y que el hecho de que una mujer pueda y deba defender que exista la posibilidad de interrumpir la gestación de forma segura y legal, para aquellas que por sus circunstancias decidan hacerlo, no quiere decir ni mucho menos que lo esté poniendo en valor o invitando a nadie a que lo haga a la ligera. Y mucho menos que por ello, no pueda ella misma querer ser madre. Faltaría más. 

Que no nos ‘vendan la burra’, hay derechos y leyes que están ahí para amparar y remediar realidades que ya existían en nuestro entorno

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Es como pensar que la defensa de la eutanasia como una opción válida y necesaria para algunos casos, significa que no queramos pasar a mejor vida de muerte natural, sino asistida. Hay que estar muy enfermo y tener mucho odio y mucho tiempo para tomarse la molestia de escribir y mandar por correo electrónico un mensaje de este calibre a una señora a la que no se conoce en absoluto.

Pero además, las palabras enviadas a la periodista esconden mucho más. El sarcasmo mordaz que impregna todo el mensaje deja entrever una supuesta superioridad y un paternalismo, que reflejan claramente a un sector de la sociedad que desde años, se cree el principal adalid de la moralidad en nuestro país. 

No escuchan más allá de sus propios ‘ecos’ y predican sus discursos, repetitivos, manidos y rancios, creyendo siempre estar en posesión absoluta de la verdad en lo que a principios y éticas de conducta se refiere. Y lo peor de todo es que sus palabras y sus actos no son más que pura fachada en muchos casos. Hipocresía de manual, pura y dura.

Es la actitud de aquellos que se ponen en las primeras filas con las pancartas en mano en las manifestaciones que ellos llaman ‘pro vida’ (pero que solo defienden la de los fetos no nacidos, no las de sus gestantes) y que, llegado el caso, tienen los recursos y la poca vergüenza de llevar a sus hijas o a sus ‘amigas’ a Londres a abortar sin que les tiemble el pulso.

Son los mismos, o los hijos, de los que en 1981 condenaban la ley del divorcio y luego acudieron ‘discretamente’ a los juzgados para hacer lo propio. Y ahí están las hemerotecas para atestiguarlo. Es un patrón que se ha repetido muchas veces en nuestra historia actual entre los miembros más conservadores: de cara a la galería, se cierran en banda ante cualquier atisbo de legislación progresista en España, pero en la ‘intimidad’ de sus hogares, la cosa cambia, y el más pintado ‘hace de su capa un sayo’. 

Que no nos ‘vendan la burra’, hay derechos y leyes que están ahí para amparar y remediar realidades que ya existían en nuestro entorno. Su creación no debería ser una amenaza para nadie. Al contrario, su función no es otra que la de ofrecer una red de seguridad que permita aliviar la caída de seres humanos vulnerables que las necesitan. Negar, tapar o criminalizar a esas personas no los va a hacer desaparecer.

* La autora es periodista.

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