El Periódico Extremadura

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Daniel Salgado

Es decir

Daniel Salgado

Baja menstrual

Estigmatizar es crear una ley que singulariza a la mujer porque menstrúa. Y arrojarla a la conversación pública

Puede que «estigmatizar», verbo con que la vicepresidenta Nadia Calviño ha rechazado la baja laboral por reglas dolorosas o incapacitantes («El Gobierno no adoptará ninguna medida que estigmatice a las mujeres»), se refiera solo al ámbito laboral. Pero es obvio que la baja por menstruación estigmatiza también culturalmente.

Por descontado, tanto en términos de productividad, es decir, las empresas recelarán de contratar mujeres porque la mujer, cada mes, etcétera, como en términos de privacidad, es decir, todos en el trabajo sabrán cuándo son «esos días», la baja menstrual no solo discrimina a la mujer sino que deja su intimidad a la intemperie. 

No se ve motivo para normativizar un proceso natural que se resuelve de forma natural, ayudado de analgésicos, comprensas, descanso e higiene. Pero, como no se mira solo el dedo (la ley) sino también la luna (el hecho biológico), volverá a ser visible algo que la mujer había logrado invisibilizar, no por vergonzante sino por natural. 

Pero la ministra Irene Montero se desgañita: «Vamos a acabar con el estigma, la vergüenza y el silencio en torno a la regla». La pregunta es: qué estigma, qué vergüenza y qué silencio, si todo eso se hará visible precisamente ahora, gracias a una ley que, para poder elaborarse, ha debido dar por hecho ese estigma, esa vergüenza y ese silencio.

Estigmatizar es afirmar que la regla no es un estigma (nadie dice que lo sea), que la regla no es vergonzante (por supuesto) y que la regla no debe ocultarse o silenciarse (¿por qué habría que hacerlo?). Estigmatizar es crear una ley que singulariza a la mujer porque menstrúa. Y arrojarla a la conversación pública por esa distinción biológica.

¿Para bien de la mujer? Ah, la sospecha de que la ministra Montero no gobierna para…, sino contra. Por lo demás, bastará un ejemplo para ver por qué la baja menstrual estigmatiza, y cuán desagradablemente, más allá de lo laboral. El hombre reparará en lo que nunca antes había reparado, o en lo que había dejado de reparar hace tiempo.

No importa si entonces, por las supersticiones, los tabúes, etcétera, en torno a la menstruación, nunca había reparado, aprensivo o asqueado. Ni importa si ahora, por la educación, los conocimientos, etcétera, hace tiempo que había dejado de hacerlo, indiferente. La mediatización de ese hecho biológico femenino le obliga a reparar. 

Sin descubrir nada, descubre que la regla consiste en un sangrado depurativo, en un fluido biológico compuesto por sangre, secreciones vaginales y células del útero. «Amor, amor, amor, / amor en el lugar del excremento», podría decir si fuera Juan Ramón Jiménez. O: «You probably have a stinky pussy», si fuera Bukowsky.

Exacto: el olor. Le pasó a Julio Ramón Ribeyro: «La bestia de Bukowski ha dejado en mí su pútrida semilla y así no puedo ver una mujer, por aseada que parezca, sin que de inmediato me venga a la mente una de sus expresiones: ‘Tu as sûrement une chatte qui pue’. Lo que me inspira repugnancia y mata en mí toda atracción o deseo».

También culturalmente, la baja por menstruación estigmatiza… a ojos de los hombres. Aunque ahí está el hombre que escribió: «Abril menstrúa rosas».

*Funcionario

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