La maldad y la violencia no tienen género, pese a que la sociedad en la que vivimos nos demuestre a menudo con cifras y nombres y apellidos lo contrario. Hay mujeres malas, igual que hay hombres malos. La afirmación, lo sé, no es para parar las rotativas, y sin embargo, creo que es bueno dejarlo muy claro desde el principio. No todos los maltratadores son masculinos, ni las féminas son siempre arpías retorcidas y manipuladoras. No todo se reduce a una batalla de sexos. Aunque a veces lo parezca. 

La semana pasada concluyó uno de los juicios más mediáticos de los últimos tiempos en Estados Unidos, con la victoria de Johnny Depp frente a su ex mujer Amber Heard por difamación. No ha habido sorpresas, porque en el juicio paralelo en los medios y en las redes sociales, el protagonista de ‘Piratas del Caribe’ desde el principio ha sido para la audiencia el claro vencedor.  

A ella nunca se le ha atribuido algo muy necesario para triunfar en estos casos: credibilidad. De hecho, la defensa del afamado actor se ha centrado durante todo el proceso en desacreditarla. Y los hechos y los testimonios presentados ante el tribunal brillantemente por la abogada de Depp, han dejado en evidencia a Heard, cuestionándola como fiable. 

Es sorprendente, como poco, que una causa que ha durado más de un mes y ha sido tan compleja, se reduzca de una manera tan zafia al patrón del blanco o negro. Que al público y al jurado le haya convencido de lleno ese manido retrato de la fémina desquiciada y volátil con un par de trastornos de la personalidad diagnosticados, que pierde los papeles por temor a ser abandonada y provoca al macho, al que no le queda más remedio que entrar al trapo. 

Hay que reconocer que la defensa del actor sin embargo rompió otros clichés. Durante el proceso, éste confesó no sólo que fue él la víctima de la violencia de su ex pareja, sino que, además, también sufrió abusos durante su infancia por parte de otra mujer, su madre, que de alguna manera condicionaron su comportamiento en la tóxica relación con la acusada. 

Hacen falta ‘arrestos’ para afirmar ante una audiencia millonaria ambas cosas, en una sociedad patriarcal como la nuestra. Aunque es una estrategia brillante, porque ese intercambio de roles, en un contexto en el que las denuncias por maltrato por parte de los hombres son minoritarias, no solo rompe tabúes, sino que además gana la empatía de todos aquellos que por uno u otro motivo consideran que las leyes ‘benefician’ a la mujer en este terreno. 

Es sorprendente que esta causa tan compleja se reduzca de una manera tan zafia al patrón del blanco o negro

Muchos han vivido como un triunfo que, según el veredicto del jurado (que cabe señalar estaba compuesto por cinco hombres y dos mujeres), Amber Heard haya sido declarada culpable. Se me escapa, sin embargo, si son conscientes de que el delito que se le atribuye es solo el de difamación. 

El proceso no ha establecido si ha sido o no una mujer maltratada; o si ella era por el contario la agresora. Ese ‘pequeño detalle’ ha quedado difuminado por el supuesto triunfo ‘moral’ de su ex marido, al que tendrá que pagar una indemnización millonaria. Y es ahí donde deberíamos darnos cuenta de que esta ‘película’ tiene un final abierto y de que el ‘bueno’ quizás no lo sea tanto, ni tampoco la ‘mala’. 

Personalmente, siempre me han intrigado más los antagonistas que los personajes ‘blancos’ y planos. Creo que en la vida y en la ficción todos somos producto de nuestras experiencias y circunstancias personales. Detrás de cada antihéroe, hay una historia, muchas veces triste y dura que le ha llevado hasta ahí. Y es bueno intentar ponerse en su pellejo para intentar comprender sus motivaciones.

No entiendo el doble rasero de sentir y vender empatía por un Johnny Depp, que supuestamente sufrió abusos por parte de su madre y luego de su pareja, justificando así sus patrones de conducta en su relación con Heard; y que, sin embargo, no se interprete como ‘causa’ o atenuante el hecho de que ella sufra trastornos de la personalidad y viva marcada por ellos en todos los ámbitos de su vida. 

Durante el juicio una de las testigos, que había sido psicóloga de ambos en terapia de pareja, aseguró que la de ellos era una historia de «abusos mutuos». El porqué hay quien se empeña en que ella sea la ‘mala’ y él, el ‘bueno’, dice mucho de todo lo que nos queda para lograr la igualdad real. 

* La autora es periodista