El Periódico Extremadura

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Víctor Bermúdez

café filosófico

Víctor Bermúdez

Cómo adoctrinar en la escuela (lo justo y necesario)

¿Hay adoctrinamiento moral o ideológico en las aulas? Sí, por supuesto. Con la nueva ley educativa y con cualquier otra. Aquí y en Pekín

Cómo adoctrinar en la escuela (lo justo y necesario). El Periódico

¿Hay adoctrinamiento moral o ideológico en las aulas? Sí, por supuesto. Con la nueva ley educativa y con cualquier otra. Aquí y en Pekín (en Pekín muchísimo más). ¿Cómo no iba a haberlo? Una de las funciones de la escuela es transmitir los valores comunes en torno a los que se articula una sociedad. Sin un mínimo adoctrinamiento en tales valores (es decir, sin un mínimo de educación cívica), los niños y niñas solo conocerían los valores particulares de su familia o entorno inmediato, y la vida pública carecería de referentes morales desde los que orientar la convivencia.

Ahora bien, aunque toda educación y sociedad implican un cierto adoctrinamiento moral, no todo adoctrinamiento moral es educativo ni socialmente valioso. Cuando este es excesivo y adopta un carácter completamente dogmático, la educación se reduce a mera instrucción, es decir, al tipo de aprendizaje en que prima la obediencia al razonamiento, algo que en nada conviene a una sociedad democrática en la que lo deseable es que la gente, que es la que en última instancia toma las decisiones políticas, piense de forma racional y por sí misma.

Pues bien, ¿cómo podemos hacer entonces para que el necesario adoctrinamiento moral que compete a todo sistema educativo no sea excesivo ni demasiado dogmático, de manera que los niños y niñas sean correctamente educados como ciudadanos capaces de ejercer la soberanía política? Aquí va la receta. Apunten (u opinen al respecto).

Lo primero para que el adoctrinamiento escolar sea el justo y necesario es que los valores morales en los que se adoctrina seanúnicamente aquellos que emanan de las leyes o principios que despiertan mayor acuerdo o consenso democrático: la Constitución, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la ONU, etc. En esas leyes y acuerdos de amplio consenso está contenida la moral mínima en que se ha de educar a la ciudadanía.

Lo segundo se deduce de lo anterior, y consiste en que las administraciones velen para que en la escuela no se dé especial cuartelillo a ningún mensaje moral o ideológico que (dejando aparte el que se deriva de la enseñanza de las distintas materias) no sea el mínimo consensuado y consignado en leyes y acuerdos. Así, es estupendo, como proponen algunos políticos, que se revisen los libros de texto para eliminar sesgos ideológicos impropios (es decir: no derivados de las leyes y consensos vigentes), ¿pero por qué no se revisa también el modo entero de enseñanza de algunos colegios concertados, en los que también se adoctrina, y de forma más invasiva y persistente, en valores alejados de lo que hoy consideramos moralmente aceptable (piensen, por ejemplo, en aquellos colegios religiosos en que se separan a chicos y chicas para educarlos por separado)?

Una tercera medida útil para minimizar el adoctrinamiento escolar es dejar de emplear la educación como arma arrojadiza en la pelea por el poder. Ya sabemos que la única que da y quita votoses hoy la “batalla cultural” (la económica o política se agotaron hace mucho), pero los políticos deberían trasladarla a otros escenarios menos lesivos para el sistema que les da de comer. No puede ser que tras cada cambio de gobierno vengan los halcones de la derecha montaraz, o los iluminados inquisidores de la izquierda verdadera, a imponer a todo el mundo sus consignas y valores vía decretos educativos, impidiendo una y otra vez el mil veces implorado consenso educativo.

La cuarta medida ha de consistir en promover la pluralidad del profesorado (algo que, por cierto, es mucho más difícil en la concertada, donde los profesores no son elegidos por oposición, sino, a menudo, por afinidad ideológica con quien los contrata), y en formarlos como buenos profesionales de manera que, entre otras cosas, no aprovechen su posición de autoridad para adoctrinar dogmáticamente al alumnado (¡menor de edad!) en sus propios valores o posiciones políticas.

Y la quinta y última medida: fortalecer la educación crítica, esto es, aquella que promueveuna actitud analítica y reflexiva frente a todo tipo de adoctrinamiento, incluido aquel que viene amparado por la ley (pues el fundamento de una democracia está precisamente en permitir la revisión dialéctica de sus propios fundamentos, leyes y valores). Así, si dejamos que aquellas materias en las que más se ejercita el pensamiento crítico (la ética, la filosofía, la crítica literaria, la historia…) hagan su trabajo formativo (en lugar de convertirlas en panfletos moralizantes o desquiciados ejercicios de revisionismo histórico al servicio de los ismos de turno), estaremos garantizando la mejor inmunización contra el adoctrinamiento excesivo, así como una educación cívica consecuente con los propios valores democráticos, esto es: basada en la convicción y el diálogo, y no en el dogma y la catequesis ideológica. 

*Profesor de filosofía

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