Me vas a perdonar, Eusebio, que me despida de ti desde aquí y que no lo haga en la iglesia esta mañana de domingo en la que me he levantado con mal cuerpo tras el disgusto que me diste ayer. “Ya te he leído esta mañana”, solías decirme cuando nos encontrábamos en ese parque del Príncipe que tanto nos gustaba patear. Y era verdad: sabías todo de tu Cacereño, ese que inculcaste con tanta pasión a tus hijos, Alba y Alex, y que también amarán tus nietos, estoy seguro.

“El Cacereño somos nosotros”, proclama Álvaro Franco, ‘Cofritán’ en el encabezamiento de sus redes. Y tanto. El Cacereño era también Javier Remedios, ‘Cuco’, alguien también de  corazón infinitamente verde que se ha ido antes de tiempo en esta aciaga semana. Eusebio , te vas con tu espíritu crítico, con tus filias y fobias, pero lo haces dejando una huella de aficionado de los de siempre, de esos verdaderos, de esos fieles hasta la médula, de los que, sobre todo, les duele una derrota y a los que los domingos no les hace falta más si el decano gana.

“Bah, qué desgraciados somos”, decías con abnegación años atrás tras algún partido a cara o cruz perdido, como casi siempre. Habías superado el jodido tumor y tu Cacereño no terminaba de darte una alegría, pero nunca desfallecías. Este año, pese al final de Teruel, sí podías estar contento con haber visto buen fútbol en el estadio. Y ahora nos dejáis, tú y Cuco, un mal día de julio. Descansad en paz, vosotros, que erais (y sois) el Cacereño.