El Periódico Extremadura

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Joan Tapia

La tribuna

Joan Tapia

El estado de Pedro Sánchez

El choque casi continuo entre PSOE y Podemos en asuntos como la guerra de Ucrania resta mucha credibilidad a la labor del Gobierno

Pedro Sánchez afronta su primer debate del estado de la nación, que los últimos años no se ha celebrado. Y tras la derrota en Andalucía, las últimas encuestas y una inflación del 10,8% no lo tiene fácil. La oposición se le lanzará al cuello, los aliados mostrarán reservas y Podemos puede exhibir divergencias.

En las tres últimas encuestas (El Mundo, El País y El Confidencial), el Partido Popular tiene una clara ventaja que parece confirmar un cambio de ciclo. Los populares oscilan entre 118 y 139 escaños frente a un PSOE que tiene un máximo de 103 (El País) y un mínimo de 95. Y Vox, aún frenado su ascenso, casi dobla en escaños a Podemos. Yolanda Díaz ha presentado ya su plataforma, pero es solo un proyecto.

¿Por qué se desploman los partidos del Gobierno? Iván Redondo, exdirector del Gabinete de Sánchez -recogiendo un juicio de Belén Barreiro tras una encuesta de El País de hace semanas- dice que la causa es que el Gobierno lo hace bien, pero cae mal. Debería pues contar mejor lo que hace. ¿Es así?

Sí, se han hecho cosas bien como aguantar la economía y el empleo desde el Estado para sobrevivir a la pandemia. Lo hicieron también otros países europeos y el precio fue un fuerte aumento de la deuda pública. No era problema, pues el BCE financiaba el déficit. Pero ni Sánchez ni otros gobiernos (Macron) dijeron que el dinero con el que nacionalizaron los salarios se debería devolver. Y cuando los bancos centrales, por el aumento inesperado de la inflación, suben los tipos y dejan de comprar deuda pública, las expectativas empeoran.  

Ucrania ha cambiado todo, pero el ciudadano se enerva cuando los precios de la cesta de la compra se disparan. Y hay otras cosas en las que el Gobierno actúa con temeridad. Pactar la ley de memoria democrática con Bildu es defendible, pero es elemental que va a polarizar y caer mal a parte de la sociedad, no solo a la derecha. Felipe González: «No me suena bien». 

Y cierto, el Gobierno no sabe comunicar. Es culpa suya, pues desde la salida de Carmen Calvo y José Luis Ábalos ha perdido peso. Y perder garra política a media legislatura no es hacerlo bien. Lo peor es que no se pueden vender éxitos cuando los dos socios del Gobierno discrepan en público cada día en asuntos principales: el Sáhara, la ayuda militar a Ucrania, el aumento del presupuesto de Defensa…

Cuando los grandes titulares son dos ruidos excesivos, el choque Gobierno-oposición y la bronca continua entre los ministros del PSOE, acusados de contemporizar con la derecha mundial, y los de Podemos, de un izquierdismo ajeno a la práctica socialdemócrata, sería de titanes insuflar confianza. Volvamos a Felipe González: «Quién gobierna sin hacerse cargo del estado de ánimo de la gente está condenado al fracaso... incluso cuando tiene razón».

Habrá que ver el debate del estado de la nación, pero la clave será lo que suceda el jueves cuando, en principio, se deben aprobar tres asuntos relevantes: el segundo decreto económico, la modificación de la ley del Consejo General del Poder Judicial para desbloquear el Constitucional y la ley de memoria democrática. Si estas tres leyes pasan, el Gobierno habrá capeado el temporal y tendrá que afrontar los dos desafíos nada fáciles del otoño: el empeoramiento de la economía y el pacto de los Presupuestos de 2023. 

Pero si el jueves próximo alguno de estos asuntos -como el decreto económico- naufraga, el Gobierno de Sánchez estará al borde del colapso. El llamado pacto Frankenstein (del PSOE y partidos como Podemos o ERC y Bildu, de ideas a veces muy distantes) fue efectivo para la moción de censura a Rajoy. Y para gobernar un cierto tiempo, pero ahora los continuos choques en el Ejecutivo en asuntos como la guerra de Ucrania o la política en el norte de África indican que es difícil que aguante una legislatura.

Es contra natura que ministros del Gobierno censuren con acritud a su propio Gobierno en la relación con Estados Unidos, la OTAN, o Marruecos. Pero Sánchez no rectifica, quiere salvar las votaciones de esta semana y aprobar en septiembre los Presupuestos de 2023. ¿Lo logrará? Y, caso contrario, ¿está definitivamente ligado Sánchez, que ha demostrado acrobacia si no pragmatismo, al pacto con Podemos? ¿Puede cambiar Yolanda Díaz la ecuación?  

*Periodista

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