El Periódico Extremadura

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Tribuna abierta

El Jurramacho de Montánchez

Recientemente he tenido conocimiento que por parte de los técnicos responsables de la Junta de Extremadura se ha denegado a Montánchez el carácter de fiesta de interés turístico regional a su afamado Carnaval. No salgo todavía de mi asombro. Hay veces que la formalidad en sus argumentos de justificación se ve ampliamente superada por una realidad, que, en mi modesta opinión, rebasa con creces las supuestas deficiencias que dan cobertura a una decisión que respetamos, pero que en modo alguno compartimos.

Por fortuna he tenido acceso a la extensa y acertada memoria que ha presentado el ayuntamiento de nuestra localidad de solicitud de ese reconocimiento, y cuyo redactor ha sido el periodista paisano Francisco Pulido y en la misma, que se compone de casi 100 folios se desarrolla de un modo apabullante el origen, el contenido, la sustancia, la originalidad y todas aquellas razones que hacen que el carnaval de Montánchez (Y lo afirmo sin ninguna exageración) sea absolutamente único e irrepetible.

Sería ocioso aludir a la multitud de datos y referencias bibliográficas que expresa la mentada memoria, baste decir ahora, y para aquellos que no conozcan la figura del Jurramacho (algo poco probable) que el mismo es una persona vestida con ropas antiguas y en desuso, con el objeto de desfigurar la naturalidad del que porta el disfraz, de tal modo que muchas ocasiones, el delgado o delgada parezca mucho más grueso, o a la inversa, que el hombre simule ser una mujer, y, al contrario.

El objeto fundamental es no ser en absoluto reconocido por todas las demás personas, incluidos amigos y familiares. Para ello se procede también a una transfiguración de la voz propia para hablar en falsete, lo que también dificulta la identificación en relación con si estás conversando con hombre o una mujer.

Aunque luego abordaremos particularmente la esencia que late en tan extraordinaria idea que acabamos de exponer, debemos reseñar ahora que la antigüedad histórica de nuestro carnaval, en principio se centra en el siglo XVIII, ya que hay un registro histórico que data de 1792.Y es que efectivamente el carnaval de Montánchez a lo largo de más de 200 años ha resistido en pie los embates, prohibiciones e intentos de anular una fiesta que ningún caso se dejó de festejar en sus días correspondientes, por ser precisamente la misma de enorme calado popular sin distinción de clases sociales, y en ese sentido, ni el absolutismo, ni las reformas liberales, ni la dictadura franquista han podido suprimir, ni siquiera inquietar el desarrollo de nuestra fiesta principal. 

En este aspecto no tengo por menos que compartir por su evidencia y brillantez las palabras de nuestro valioso y laureado poeta local Diego Doncel (Premio Adonáis): «La figura central es el Jurramacho, pero no es solo una figura, es una estética. La estética de convertirse en otro, en un ser amorfo y estrambótico, disparatado y sorprendente. Con ropas viejas y en desuso, a menudo con olor a baúl, tapándose la cara con el paño con el que se envuelven los jamones, el Jurramacho posee una belleza expresionista, pero el Jurramacho, protagonista del carnaval de Montánchez es una persona mascarada bienhumorada, atrevida y crítica. Tal vez por eso estos carnavales incomodaron tanto al poder, y tal vez por eso, desde la Edad Media en que hunden sus raíces, ningún político ni religioso doctrinario pudieron prohibirlos. El carácter de Montánchez odia la prohibición, porque en medio de una naturaleza tan desbordante, ¿quién atiende a leyes que no sean las propias? Aquí todo fluye de forma natural (…)». (Doncel Manzano, D. (2016). Sopa de almendras en Montánchez. El País).

El carnaval montanchego tiene un carácter transversal, y es un fenómeno social de plena integración de montanchegos y visitantes. La magia deslumbrante no se encuentra en la belleza del traje por la que en su momento apostó el carnaval veneciano, ni en la música ni en la chirigota de Cádiz, ni en la magnificencia de los desfiles de Badajoz o Navalmoral de la Mata. Lo verdaderamente importante en el carnaval de Montánchez es la transformación de la persona al que le sirve un disfraz que le convierte en muchos casos en un ser completamente indefinido y especial, pero no menos interesante. El humor, la gracia, la intriga, la excitación de conocer lo hay que detrás de un Jurramacho es sencillamente extraordinario. El poder de imaginar alguien que no eres y actuar conforme a esos designios en la relación personal con los demás es algo tan sugerente como fantástico. Por eso aflora la imaginación, las risas y la complicidad con sus interlocutores.

De tal modo, que afortunadamente nosotros los montanchegos tenemos la materia prima, la naturaleza y el núcleo de una fiesta inmemorial, pero ciertamente el envejecimiento y pérdida de población de modo lamentablemente van haciendo mucha mella en el contenido y en el desarrollo de la fiesta, por ello, quiero concluir con dos afirmaciones de carácter capital, la primera exhortar al ayuntamiento y a nuestras asociaciones (incluida la Cultural que tuve el honor de presidir durante muchos años), que no cunda el desaliento, y que la movilización de recuperación y expansión del Jurramacho que realizamos este año se renueve aún con más fuerza e ilusión si cabe que en el presente ejercicio, que ya de por sí ha sido desbordante, y en segundo lugar, solicitar de las autoridades, instituciones y organismos públicos el máximo apoyo para potenciar en toda Extremadura y en e lexterior esta fiesta de tan apreciado interés como de tan singular valía cultural y espiritual. Los montanchegos no nos vamos a rendir y si los siglos han contemplado con energía y admiración el Jurramacho, confiamos en la sensibilidad de todos para que el reconocimiento oficial sea una indudable realidad en la edición venidera.

*Presidente de Honor de la Asociación Cultural Pueblo de Montánchez

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