El Periódico Extremadura

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Rocío Sánchez

No son niños

Pensamos que sería buena idea llevarle ese juguete. Él cogió dos piezas, las miró, puso una encima de otra, no le encajó a la primera, se enfadó y lanzó una de ellas hacia el sillón de enfrente, justo donde ella estaba sentada. No le gustó. No lo entendió. Y yo en ese momento me planteé si tratarlo como un niño pequeño era la mejor opción.

Y no lo era. Ponerle en las manos un montaje infantil de colores solo le creó frustración. Quizá fue solo un momento de rabia. Quizá le hubiera pasado igualmente con el tenedor a la hora de comer. O con el mando de la tele. Nunca se sabía.

Pero inevitablemente me hizo reflexionar. Porque él era una persona adulta, con alzheimer, pero adulta. No un crío pequeño al que se pone a hacer castillitos. Nuestra intención era buena. Solo queríamos que ejercitara en la medida de lo posible su cabeza, con una práctica útil, pero en el fondo también sabíamos que era una manera de tenerle simplemente entretenido un rato. Y él se enfurruñó y yo me imaginé que en su mundo interior nos estaba preguntando: «¿Pero creéis que soy tonto?».

Aquel momento me viene a la cabeza cada vez que presencio alguna escena en la que las personas mayores son tratadas como niños. Pasa muy a menudo. En muy diversas circunstancias.

Además, los miramos con condescendencia. Decimos: ‘ay, pobrecitos’. Y así, sin darnos cuenta, los convertimos en ciudadanos de segunda y, en consecuencia, en personas verdaderamente vulnerables.

Pero no requieren compasión, ni caras de pena, ni de ternura. Son personas con los mismos derechos que los demás pero con otras necesidades. Solo hay que saber mirarlos y escucharlos en su propio contexto. Mientras fueron útiles, se les hizo caso. Ahora pasan a un segundo plano. Y creemos que con distraerlos basta.

Siempre me ha llamado la atención que la mayoría de la residencias de mayores se ubiquen a las afueras de los cascos urbanos. Pasa más en las ciudades que en los pueblos, pero es algo común. 

Como si fuera una realidad de la vida que no queremos ver, ni por supuesto afrontar. Incluso molesta. Pero está ahí. Y late con fuerza.

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