El Periódico Extremadura

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Antonio Galván González

Desde el umbral

Antonio Galván González

Gestión sanitaria

Nuestros gobernantes presumen, a menudo, del sistema sanitario público que disfrutamos. Y lo hacen, frecuentemente, para apuntarse tantos en el terreno de juego político. Suelen hablar de la universalidad, gratuidad y calidad del sistema, como si el resto de partidos no hubiesen contribuido a nada de lo bueno que pueda tener el sistema. A base de repetir lo mismo, convencen a mayorías de que son los adalides de la sanidad pública, que hemos de estar satisfechos con el estado que presenta el sistema y que debemos mostrarnos agradecidos por ello. Pero obvian, entre otras muchas cosas, que el sistema no es, en absoluto, gratuito. Lo sufragamos y lo hacemos posible entre todos, pagando religiosamente nuestros impuestos. De hecho, la mayoría de la ciudadanía paga mucho dinero por un servicio al que acude de manera muy esporádica o al que tarda años en asistir. Y lo hace porque desea contribuir a su sostenimiento, sí; porque quiere que dispongan de él quienes lo necesiten, también; porque sabe que requerirá atención médica en algún momento de su vida, por supuesto; pero porque, además, le obligan a sustentarlo, pues no les quepa la más mínima duda. 

Es cierto que, si el sistema público funcionara de manera eficiente, la demanda de asistencia privada decaería. Sin embargo, no parece que este sea el caso en nuestro país en los tiempos recientes y presentes. La pandemia hizo que muchas personas se percataran de las costuras raídas del sistema público. Y este problema quedó a la vista de todos a pesar del pundonor, la eficacia y la profesionalidad de la inmensa mayoría de los sanitarios del sector público. Pero la estulticia de los responsables políticos, que nos ha tocado en desgracia sufrir, es tal que todos los esfuerzos de los sanitarios se ven opacados por la pésima gestión de los recursos económicos, materiales y personales que vienen realizando esos que siempre miran los morlacos desde los despachos. Como muestra, un botón: en los últimos tiempos, se está convirtiendo en costumbre un desajuste inaceptable según el cual, en periodos vacacionales, muchos pueblos de Extremadura tienen que compartir equipo sanitario con otras localidades, limitándose, como consecuencia de ello, las horas y los días de atención a los pacientes en cada uno de los núcleos poblacionales. 

Si a esto, que ya de por sí es grave, le sumamos la constitución, mantenimiento y multiplicación de interminables listas de espera para la realización de pruebas e intervenciones, o para la asistencia a la consulta de especialistas, el asunto de la calidad del sistema es, como poco, para cuestionárselo. La salud de la gente se quiebra, y la demora en la atención, en multitud de ocasiones, hace irreversible lo que no lo era. La espera, enferma y mata. Y quienes, pudiendo ponerle remedio, no lo hacen, tienen una alta responsabilidad en el deterioro y el sufrimiento de mucha gente. Ya va siendo hora de que hagan algo diferente a calentar el sillón y dejarlo todo a expensas de la inercia.

*Periodista 

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